miércoles, 9 de marzo de 2016

Reflexión para el V Domingo de Cuaresma - Ciclo C

¡Yo Tampoco te condeno, ve y no peques más!
Lecturas: Is 43,16-21; Salmo 125; Flp 3,8-14; Evangelio-Jn 8,1-11

En este Año Jubilar de la Misericordia, la invitación es permanente: acercarse al Señor y experimentar su perdón redentor, o en todo caso, dejarnos alcanzar por su misericordia infinita. Esta es la experiencia que San Pablo comparte hoy con nosotros, él buscaba a Jesús, sabía que no era perfecto, pero aun así, Cristo se deja perseguir para ser hallado y nos persigue para alcanzarnos y darnos como premio su salvación: “No es que ya haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo”.

Un corazón alcanzado por Jesús experimenta tres cosas: la misericordia, el perdón y el amor. Este es el núcleo del Evangelio: Misericordia, Perdón y Amor. Fue esta la experiencia de aquella mujer que todos condenaban, le acusaban, querían “hacer  justicia” porque era pecadora. Jesús no la condena: “Yo no te condeno”. Así es Jesús, jamás nos va a señalar ni nos llevará al tribunal, por encima de cualquier condena meramente humana está el perdón que viene de la mano amorosa de Dios, que no sanciona sino que invita a la conversión: “Ve y no peques más”.

Dios siempre perdona, para él no hay imposibles. Su misericordia siempre ofrece la posibilidad de cambiar, él nos invita a realizar con nuestras vidas algo nuevo: “miren que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notas?...” Hay muchos que señalan a los demás, que condenan y creen que no hay más opciones para el que ha cometido algún error. Pareciera que “hacer  justicia” es elemental, y no es así, no hay justicia sin misericordia, no hay misericordia sin justicia y ambas, sin amor, son un látigo que golpea, que sólo cuida esquemas humanos.

Al mirar al Maestro bueno en medio de esa “jauría de lobos”, acusadores, podemos entender que si el amor es excluido del corazón, seremos crueles.  Santo Tomás de Aquino decía: “La justicia sin misericordia es crueldad y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción”. No señalemos a nadie, somos también pecadores, ayudemos a levantar al que ha caído y brindémosle la oportunidad para que transforme su corazón.  Existe el derecho a la conversión, ¿quiénes somos nosotros para negarlo? Jesús no condenó a aquella mujer, porque sabía que perdonándola haría mucho más bien que sancionándola con el rigor de la ley. Ella se sintió amada y tuvo otra opción para mostrarle a los demás que, a pesar de ser pecadora, se puede transformar y ser otra persona.

P.D.: Hoy  tengamos el gesto y la palabra de Jesús para con ese hermano o hermana que ha caído y digamos: “yo tampoco te condeno”. Por favor hoy rezaré por ti, no dejes de rezar por mí.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.

jueves, 3 de marzo de 2016

Reflexión para el IV Domingo de Cuaresma

¡Su padre lo vio y se conmovió!
Lecturas: Jos 5,9a.10-12; Sal 33; 2 Cor 5,17-21;
Santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3.11-32

En el Año de la Misericordia nada más cautivador que la "Parábola del Padre Misericordioso". ¿Qué tendrá de especial el ser humano que es capaz de conmover a Dios entrañablemente? Es lo que Jesús, el Maestro Misericordioso nos enseña hoy en el Evangelio. "Su padre lo vio y se conmovió", ¡Qué frase ésta tan cargada de ternura y misericordia! Dios nos espera, aguarda a que volvamos y está viéndonos, no retira su mirada de nosotros, aún cuando seamos unos pecadores empedernidos, pero arrepentidos. En esta parábola contemplamos a un hijo menor que se apasiona por el pecado y se equivoca, un hijo mayor que se cree mejor que su hermano y, un padre amoroso que entiende y ama a éstos dos hijos suyos.

Hoy estamos llamados a recapacitar, la reflexión nos ayuda a tomar conciencia de nuestras miserias y así podemos volver a la Casa del Padre: "Reflexionando entonces se dijo...", esto es necesario, hay que tener la suficiente valentía para reconocer lo pecadores que somos, hay que asumir con entereza las fallas que nos esclavizan e ir a Dios y abrirle nuestro corazón para confesarle "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti". También estamos llamados a no creernos mejores que los demás, los demás se equivocan, fallan, son pecadores al igual que nosotros, pero no dejan de ser nuestros hermanos "ese hermano tuyo...". El padre misericordioso de la parábola tiene un corazón tan grande y especial que desea que nos asemejemos a él. 

Este tiempo de Cuaresma es una oportunidad especial para convertirnos. La conversión es signo evidente de querer tomar otro rumbo. El Señor quiere que seamos personas nuevas, que dejemos atrás nuestras miserias y volvamos a él que nos espera con los brazos abiertos, así nos muestra San Pablo hoy:  "El que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado". Hay que acercarse a Dios, él no nos va a señalar, no nos juzga, no nos condena, Él es Bueno: "Gustad y ved qué bueno es el Señor". Dios se conmueve con nosotros cuando somos capaces de decirle que nos equivocamos, cuando le pedimos perdón por derrochar nuestra vida en la mundanidad, o cuando no somos capaces de perdonar y ser misericordiosos con los demás,

Preparémonos para celebrar la Pascua que se avecina, el Banquete que nos tiene preparado el Padre Misericordioso. Dios nos tiene preparado un traje nuevo "el de la gracia", un anillo nuevo "su alianza eterna" con la cual nos ratifica como sus hijos para siempre y las sandalias nuevas "para no volver sobre los pasos del pecado y del error que nos alejan de su presencia amorosa". Que tengamos un corazón que desborde misericordia para con nuestros hermanos, así como nuestro Padre del cielo irradia misericordia, ternura y amor por nosotros. 

P.D.: No dejes pasar esta cuaresma sin confesarte. Acude y abre tu corazón, no importa si no lo puedes hacer sacramentalmente, busca a un sacerdote y pídele que te bendiga, allí está Dios, esperándote. Y, por favor, no dejes de rezar por mi.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario - Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal - Venezuela.