miércoles, 30 de noviembre de 2016

Reflexión para el II Domingo de Adviento - Ciclo A

“Arrepiéntanse, prepárense”
Lecturas: Isaías 11,1-10; Salmo 71; Romanos 15,4-9
Evangelio según San Mateo 3,1-12


Hemos iniciado el Adviento, y habrá una constante propuesta por la Palabra de Dios para vivir este tiempo litúrgico: “prepárense”. En el Evangelio de hoy podemos observarla acompañada de la palabra “arrepiéntanse”; de modo que el binomio “arrepiéntanse-prepárense” será la clave para seguir haciendo camino y poder contemplar la llegada de Jesús en la Navidad que se avecina.

Juan el Bautista será hoy el guía, es él, quien con su vida y predicación, nos enseña el modo de encontrarnos verdaderamente con el Salvador: “Arrepiéntanse porque el Reino de los cielos está cerca”. El Bautista nos enseña que, para poder participar de la presencia de Dios en nuestras vidas, es indispensable el arrepentimiento. Es necesario dar un giro a nuestras vidas. Arrepentirse es el comienzo del camino de conversión para todo aquel que desea que Jesús nazca en su corazón.

Nadie, que desee la venida del Señor, debe continuar fingiendo delante de Dios, pues el Señor conoce los corazones, así nos dice Isaías: “No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre… Será la justicia su ceñidor…”. Es necesario cambiar de actitud, el que se arrepiente lo demuestra con obras, con coherencia de vida: “Hagan ver con obras su arrepentimiento”, nos dirá Juan. Por tanto, hay que dejar aquello que ensombrece nuestras vidas y caminar hacia Cristo, el Sol que nace de lo alto.

El evangelista Mateo nos propone, además del arrepentimiento, la “preparación”: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”. La verdadera preparación inicia con el arrepentimiento. Juan el Bautista, se preparó antes de iniciar su predicación: “Juan usaba una túnica de pelo de camello…y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”. La vida requiere de privaciones, es importante que tomemos conciencia y desterremos de nosotros toda vanidad, la penitencia, en este adviento, también es necesaria para no dejarse llevar por el consumismo y el materialismo que año tras año quieren opacar el Nacimiento de Jesús.

Prepararse, significa también, vivir en el espíritu de Cristo. San Pablo nos dice: “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús…”. Hoy es necesaria la reconciliación, si deseamos vivir una verdadera Navidad debemos romper toda cadena de odio y división, eliminar las rencillas que a veces tenemos en nuestras familias, en nuestro trabajo o comunidad. En este Adviento, vivamos la aceptación, como hermanos que somos: “Acójanse los unos a los otros como Cristo los acogió a ustedes”. El perdón forma parte de la dinámica: “arrepentirse-prepararse, sólo así podemos exclamar: “Ven, Señor, rey de justicia y de paz”. Abramos nuestro corazón al arrepentimiento, preparémonos asiduamente y así veremos todos a nuestro Señor Jesucristo, que ya llega a salvarnos: ¡Ven pronto, Señor!

Padre Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal - Venezuela

lunes, 21 de noviembre de 2016

Reflexión para el I Domingo del Tiempo de Adviento - Ciclo A

“Velen y estén preparados”
Lecturas: Isaías 2,1-5; Salmo 121; Romanos 13,11-14
Evangelio según San Mateo 24,37-44



Iniciamos el Adviento, tiempo litúrgico que nos invita a colocarnos en actitud de espera y preparación para el advenimiento=venida de nuestro Salvador Jesucristo. El Evangelio de hoy enfatiza dos actitudes que deben estar presentes en nuestros corazones: “Velar”, es decir, “esperar, aguardar” y “Preparar, disponer” para no quedar desprevenidos ante un acontecimiento que es evidente y sucederá: “Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor”.

“Velen”, es la primera recomendación que nos da el Maestro Bueno. El Señor quiere que estemos prevenidos, no quiere que su venida nos tome por sorpresa. A veces los cristianos vivimos sumidos en la distracción y la mundanidad, en términos generales, nos descuidamos. Jesús, refiriéndose al libro del Génesis nos habla lo sucedido en los tiempos de Noé: “Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el Arca. Y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos”. A este respecto nos advierte San Pablo: “Tomen en cuenta el tiempo en que vivimos. Ya es hora de que se despierten del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca…”.

Hay que despertarse, el pecado nos adormece y el diablo es astuto para hacernos caer en la mediocridad. Por no estar vigilantes, muchas veces nos equivocamos y dejamos que Satanás nos robe la Gracia: “Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa”. Velemos, ¡Satanás es un ladrón, no da tregua, “es pervertido y pervertidor” nos advirtió el Beato Pablo VI.

“Estén Preparados”, es la segunda recomendación del Señor. Todo aquel que permanece en actitud de espera, debe disponerse, prepararse para que su vida resplandezca ante la llegada de Jesús. “Vayamos con alegría al encuentro del Señor” es la invitación del Salmo responsorial. La alegría es la mejor actitud para el encuentro con el Señor. Debemos desterrar la tristeza y el odio de nuestros corazones, esto nos ayudará a vivir de modo transparente porque hay actitudes que nos alejan de Dios.

San Pablo nos da algunas recomendaciones para prepararnos: “Comportémonos honestamente… Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfrenos, nada de pleitos ni envidias”. Todos estamos llamados a vivir una vida auténtica, llena de luz: “Caminemos a la luz del Señor”, nos dirá Isaías. Vivir en la luz implica asumir el traje de Cristo: “Revístanse de nuestro Señor Jesucristo…”, es decir, pongámonos el traje de la Gracia, de la Verdad, del Perdón, de la Misericordia… este tiempo de adviento es el comienzo para vivir atentamente, con autenticidad y bien dispuestos para recibir en el corazón a Jesús, nuestro Salvador, no olvidemos: “Velen… estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.


Padre Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote Diocesano.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Reflexión para el XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario - Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo - Ciclo C

“Jesús, cuando llegues a tu reino, acuérdate de mí”
Lecturas: 2 Samuel 5, 1-3; Salmo 121; Colosenses 1,12-20
Evangelio según San Lucas 23,35-43


Celebramos hoy la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, última celebración del tiempo ordinario y a la vez damos clausura la Jubileo de la Misericordia. No debemos sentir tristeza pensando que la Misericordia terminó, no, celebramos al Rey de la Misericordia, su reinado es eterno y por tanto su Misericordia es eterna, por ello exclamamos junto al salmista: “¡Qué alegría… hoy estamos aquí jubilosos… delante de tus puertas”. El gozo de la Misericordia debe permanecer presente en nuestras vidas.

El Evangelio de hoy, no nos muestra a un rey sentado en un trono, en el esplendor de su poder. Parece contradictorio, pero el trono es la cruz. ¿Un crucificado puede gobernar y tener poder?  Hemos dicho al principio que el Reinado de Jesús es el de la Misericordia, desde esa cruz, desde ese “trono” ignominioso sigue gobernando y destruyendo a su único enemigo: “el pecado”. El reinado de Cristo no es igual o comparable con el de este mundo, su reinado es el de la humildad, el del perdón y el de la Misericordia.

Un ladrón arrepentido es testigo del reinado de Cristo. Este hombre condenado a muerte se ganó el cielo primero de cualquiera, incluso podríamos pensar que fue el primer súbdito de aquel rey amoroso: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Aquél hombre supo divisar en la cruz el reinado de la Misericordia: “Jesús, cuando llegues a tu reino, acuérdate de mí”. Y efectivamente, desde ya, se gana un lugar en ese Reino de amor y perdón, muy distinto de los reinos y poderes del mundo.

Debemos seguir el ejemplo del buen ladrón, llamar al Maestro Bueno y pedirle que su reino llegue a nuestras vidas. Terminemos esta reflexión meditando las palabras del Papa Francisco:

“Jesús está ahí en la cruz para estar con los culpables: mediante esta cercanía, Él les ofrece la salvación. Lo que es escándalo para los jefes y para el primer ladrón, para aquellos que estaban ahí y se burlaban de Jesús, este, en cambio, es el fundamento de su fe. Y así, el buen ladrón se convierte en testimonio de la Gracia; sucede lo impensable: Dios me ha amado a tal punto que murió sobre la cruz por mí. La fe misma de este hombre es fruto de la gracia de Cristo: sus ojos contemplan en el Crucificado el amor de Dios por él, pobre pecador. Es cierto, era ladrón, era un ladrón: es cierto. Había robado toda la vida. Pero al final, arrepentido de lo que había hecho, viendo tan bueno y misericordioso a Jesús, logró robarse el cielo: ¡este es un buen ladrón! Y él, llamó por el nombre a Jesús: “es una oración breve, y todos nosotros podemos hacerla muchas veces durante el día: “Jesús”. “Jesús”, simplemente. ¡Hagámoslo todos juntos tres veces! Adelante: “Jesús, Jesús, Jesús”. Y así, háganla durante el día”.

Padre Yhoan Horacio Márquez Rosario- Sacerdote Diocesano.

martes, 8 de noviembre de 2016

Reflexión para el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C

“Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”
Lecturas: Malaquías 3,19-20; Salmo 97; 2 Tesalonicenses 3,7-12
Evangelio según San Lucas 21,5-19

La Palabra de Dios nos invita a reflexionar en la venida del Señor Jesús. Pero antes, hay cosas que deben hacerse para vivir a plenitud este momento. El Maestro Bueno nos señala un sendero difícil, lleno de obstáculos y engaños: “…antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí”… “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre…”.
 
Los cristianos, estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe en medio de las situaciones más adversas. No podemos ser indiferentes, ni mucho menos podemos estar distraídos. Los contemporáneos de Jesús estaban embebidos en la belleza del templo y ante esta realidad, Jesús, se atreve a decir palabras fuertes: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”. El Maestro sabe que necesitamos despertar, que debemos prepararnos y que no será fácil ser sus fieles testigos.

San Pablo también nos señala el camino para no ser discípulos mediocres: “Y ahora vengo a saber que algunos de ustedes viven como holgazanes, sin hacer nada, y además, entrometiéndose en todo. Les suplicamos a esos tales y les ordenamos, de parte del Señor Jesús, que se pongan a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida”. Ante la espera de la venida del Señor, un verdadero discípulo no puede cruzar los brazos y esperar que todo le caiga del cielo, “hay que trabajar”, es decir, anunciar la verdad, disponer la vida, convertirse, recapacitar y mantenerse firmes.

Sabemos que no es fácil, que las contrariedades de la vida a veces arrecian y que nuestras fuerzas pueden vacilar. El Señor nos invita a mantenernos de pie: “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”. Esa debe ser la actitud de quien espera en el Señor: la firmeza, el temple y la valentía para anunciar el Evangelio de la Vida y de la Misericordia. El Evangelio verdadero, que otros quieren tergiversar, debe ser defendido con nuestro testimonio de vida, el Señor nos da la certeza de que no nos abandona, así afirma Malaquías: “…para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”.

Hoy celebramos el día del abrazo en familia, pidamos al Señor por esta institución tan atacada, seamos defensores de la verdadera familia fundada por Dios: El padre, la madre, los hijos… también de este modo daremos testimonio antes de la Venida de Jesús, que nos quiere sólidos para enfrentar a quienes desean destruir esta realidad fundada en el verdadero amor. ¡Qué el Señor Jesús, que ya se acerca, bendiga a todas las familias del mundo!


Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.

martes, 1 de noviembre de 2016

Reflexión para el XXXII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C

“Para Dios todos viven”

Lecturas: 2da Macabeos 7,1-2.9-14; Salmo 16; 2 Tesalonicenses 2, 16-3,5
Evangelio según San Lucas 20, 27-38

Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”, con esta frase, el Maestro Bueno, responde categóricamente a los saduceos, secta de aquel tiempo que negaba la resurrección. Hoy toda la Escritura nos habla de la vida después de la muerte, de modo que para todo cristiano católico este es un tema central: “La Resurrección”.

Nuestra fe nos exige dar testimonio de la resurrección, sabiendo que ella es el centro de nuestra esperanza cristiana. Un hermoso ejemplo de la esperanza en la resurrección nos lo ofrece el segundo libro de los Macabeos. Nos encontramos allí con el firme testimonio de una familia que no se doblega ante las amenazas de muerte del rey Antíoco Epifanes: “Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará”. Un cristiano convencido de su fe, no teme a las contrariedades de la vida, no teme a la muerte, sabiendo que su vida está enteramente en las manos de Dios.

Efectivamente, todos estamos llamados a creer en la resurrección. El Señor Jesús nos dice que para Dios “todos viven”. Ahora bien, hasta qué punto estamos convencidos de esta realidad. Los saduceos del tiempo de Jesús estaban convencidos de que no había vida después de la muerte, ¿y nosotros? En la actualidad, existen muchas corrientes ideológicas que niegan este acontecimiento, en vez de resurrección, hablan de “reencarnación”, dan paso a una visión simplista y materialista de la vida. A este respecto ya nos había advertido San Pablo: “Oren también para que Dios nos libre de los hombres perversos y malvados que nos acosan, porque no todos aceptan la fe”.

Hoy más que nunca, los cristianos debemos ser coherentes con nuestra fe. No podemos dejarnos arrastrar por aquellas posturas que ponen su ahínco en la muerte y carecen de esperanza. La fe, cuando se vive a plenitud, nos ayuda a mantener viva la esperanza, recordando aquello que San Pablo nos enseñó: “Si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe”. Hay tantos cristianos que nos dan ejemplo, muchos de ellos hoy día son perseguidos y asesinados por causa de su fe, eso nos alienta a no dar un paso atrás, aun cuando las circunstancias sean las más adversas.

Jesús nos enseña a mantener la postura, deja a los saduceos en ridículo, luego con su resurrección deja al descubierto esta gran verdad: ¡Dios es un Dios de vivos! Los siete hermanos se mantuvieron firmes en la fe, dieron su vida, no para perderla sino para ganarla. La resurrección es el premio para los cristianos que se mantienen de pie, para aquellos que a pesar de los embates de la vida se mantienen firmes, es la esperanza de aquellos que dicen: “Al despertar, Señor, contemplaré tu rostro”.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.