viernes, 21 de agosto de 2015

Reflexión para el XXI Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B.


“Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”

Lecturas: Josué 24,1-2a.15-17.18b; Salmo 33; Efesios 5,21-32; Evangelio de Juan 6,60-69.


Todo ser humano quiere encontrar sentido a la vida. A veces el mundo ofrece un bagaje incontable de caminos, la mayoría de ellos contrarios a la fe cristiana. Los hombres y mujeres de este tiempo siguen buscando una dirección, pero lamentablemente muchos no saben a dónde ir. Caería bien hoy ofrecer la actitud de Pedro ante aquella interrogante de Jesús: “¿También ustedes quieren abandonarme?”… a lo que Pedro responde: “Señor ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna”.

Cristo sigue siendo el Único Camino viable, la Única Alternativa para encontrar sentido a nuestras vidas. En el Evangelio de hoy muchos discípulos abandonaron a Jesús por la radicalidad de su mensaje, sus intereses personales chocaban con la propuesta de Jesús. Tiene que enfrentar Jesús no las críticas de sus oponentes, esta vez son los suyos los que lo cuestionan, los más cercanos: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?”…“Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él”. Seguir a Jesús, redireccionar nuestras vidas implica aceptar el mensaje cristiano sin enmiendas, dejar de lado nuestras particularidades, nuestro apoltronamiento y aceptar las “palabras de Vida Eterna” que sólo hallaremos Él.

El mensaje de Jesús es contrario a las ideas y pensamientos de otros, por eso no quieren aceptarlo. Hoy día muchos encuentran sin sabores en la vida, se “estrellan” porque pensaron que su vida al margen de Cristo “iba bien”. Necesitamos ser humildes y confiados como Pedro para acercarnos al Maestro y manifestarle nuestra adhesión. Hay que ver a Jesús, degustar a Jesús: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”. Él no nos defraudará, en Él encontraremos sentido a nuestras vidas y daremos respuesta a tantas interrogantes que a veces surgen en nuestra existencia.

Pedro sentía un gran amor por Jesús, por eso no vaciló en quedarse con Él. Los demás sólo buscaban a Jesús por meros intereses, querían que Jesús se ajustara a ellos y no ellos a Jesús. Hoy pidamos al Maestro Bueno que nos ayude a ser fieles, a jamás abandonarle, para que aceptemos siempre sus palabras, las únicas palabras capaces de transformar nuestras vidas y nuestros corazones.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote diocesano.

sábado, 8 de agosto de 2015

Reflexión para el XIX Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B.


¡Levántate, come! ¡Yo soy el Pan Vivo bajado del cielo!

Lecturas: 1 Reyes 19, 4-8; Salmo 33; Efesios 4, 30-5,2; Evangelio según San Juan 6, 41-51.


¿Quién de nosotros no ha reclamado a Dios? A veces sentimos que son tantas las dificultades en nuestra vida que pasa por nuestra mente el deseo de no haber existido. Fue la experiencia del profeta Elías: «¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!». Nos sentimos tan agobiados que pareciera que no seremos capaces de superar los momentos difíciles. Sin embargo, Dios sabe que necesitamos de su ayuda y está pronto a respondernos aún cuando le reclamemos: «¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas.» ¡Qué bella respuesta!, el Señor sabe que el camino que transitamos está lleno de sin sabores pero el nos sostiene alimentando nuestra vida.

Todos nosotros pasamos por tantos sin sabores en nuestra existencia, nuestras fuerzas parecen desvanecerse pero Dios nos provee del alimento espiritual que nos revitaliza y podemos continuar el camino a pesar de nuestra debilidad. El profeta Elías después de haber comido llenó de fuerzas su cuerpo y pudo permanecer en pie cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al monte del Señor. 

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice con una clara expresión: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.» Si aquél alimento corporal llenó de fuerzas a Elías, cuánto más ha de sentirse un cristiano revitalizado cuando come y bebe el cuerpo y sangre de Jesús. Es cierto que pasamos tantas dificultades, somos débiles y frágiles pero el Maestro Bueno está siempre ahí, dispuesto para hacerse alimento que transforma todo nuestro ser. 

Cristo es el Pan Vivo que nos sostiene, abrir el corazón a Él sería dejarse llenar de su vitalidad, con Él podemos avanzar en el camino de la vida. Teniendo al Señor como el alimento indispensable de nuestra existencia seremos capaces de transformarnos, ser hombres y mujeres nuevos, cristianos que saquemos del corazón tantas amarguras, tristezas, enfados y toda maldad como nos recuerda San Pablo hoy en su carta a los Efesios. 

Si deseamos convertirnos, si anhelamos tener una vida verdadera y plena acerquémonos a Jesús, el Pan Vivo bajado del cielo. Si deseamos ser cristianos auténticos es hora de hacer lo que nos muestra el Salmo reponsorial: «¡Gustad y ved qué bueno, es el Señor,dichoso el que se acoge a él!» Sólo Cristo llena nuestra vida, Él es nuestro alimento, nuestra fuerza, Él lo es todo para nosotros.



Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario.