sábado, 10 de octubre de 2015

Reflexión para el XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario -Ciclo B

Anda vende todo lo que tienes


Lecturas: Sabiduría (7,7-11); Salmo 89; Hebreos (4,12-13); Evangelio según san Marcos (10,17-30)

El Evangelio de hoy nos presenta a un hombre que se acerca a Jesús para preguntarle qué sería necesario para conseguir la vida eterna. De primera mano el Maestro Bueno le presenta la lista de los mandamientos: "no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre". Esta persona le responde con comodidad y hasta justificadamente: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño".  A Jesús le sorprende esta respuesta y mirando más allá le invita a ser radical: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme". Nos dice el evangelista que este hombre frunció el ceño y se marchó pesaroso. ¡Qué triste se sentiría Jesús al ver aquel rostro desfigurado ante su petición!

En la vida solemos poner nuestro corazón en tantas cosas superficiales. Nos hemos transformado en máquinas dependientes de lo que poseemos. Este hombre cambia su expresión porque su corazón está profundamente apegado a sus riquezas. Las cosas materiales ofuscan nuestra mente y nuestro corazón y nos hacen olvidar lo esencial en la vida. El Libro de la Sabiduría hoy nos plantea que hay cosas que valen mucho más que el oro y la plata. Hoy en día existen tantas cosas que no nos dejan seguir libremente a Jesús. Nuestros intereses particulares, nuestro egoísmo, nuestra envidia, la indiferencia y arrogancia hacia nuestros semejantes. Todo ello nos empobrece.

Todo cristiano debe "vender" todo esto. Sólo así se desprenderá y se atreverá a dar pasos agigantados en la fe. Un ceño fruncido y un rostro pesaroso nos alejan de Jesús. Jesús hoy es bastante duro y radical: ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios." No es que el dinero sea malo y que las riquezas en sí mismas sean malas. El problema está cuando creemos que son todas esas cosas que tenemos las que colman nuestra vida de felicidad, cuando le damos el corazón a los bienes perecederos nos olvidamos que hay cosas maravillosas que Dios nos tiene preparadas. 

Pidamos hoy a Jesús ser totalmente desprendidos. Cuando nos vayamos de este mundo no nos llevaremos nada con nosotros. Un refrán cita: "Uno se muere y nada se lleva". Esto es muy cierto. Solo nos llevaremos las riquezas que acumulemos trabajando por la obra de Dios: el consuelo a los tristes, por la ayuda a los más necesitados, por la defensa de la vida y del matrimonio del hombre y la mujer como una realidad querida por Dios, tenemos que denunciar la corrupción, el bachaqueo, la injusticia, el abuso de poder. Todo lo que hagamos en el nombre de Dios no quedará sin recompensa: "Les aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna".

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario - Sacerdote Diocesano

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