“¡Ánimo!
No teman”
Lecturas:
Isaías 35, 1-6.10; Salmo 145; Santiago 7, 5-10
Evangelio
según San Mateo 11,2-11
El
Adviento es significativo porque nos invita a aguardar la venida del Señor, no
con angustia, sino con tranquilidad y en paz. Pero aun así, las contrariedades
de la vida y las tentaciones del mundo quieren arrebatarnos la paciencia,
requisito indispensable para recibir al Señor. De hecho, este domingo, el
profeta Isaías nos trae una palabra de aliento: “¡Ánimo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya
para salvarlos”. No debemos
desanimarnos, en medio de nuestros desiertos hay que dar cabida a la alegría: “Regocíjate yermo sediento. Que se alegre el
desierto y se cubra de flores…”.
A
veces, pareciera que nuestro esfuerzo y nuestra esperanza por lo que hemos
luchado y predicado, no produjeran frutos, esto fue lo que experimentó Juan el
Bautista: desánimo, se sintió defraudado, porque todo lo que había hecho para prepararse
y preparar a los demás, para el Señor pareciera perdido. Por eso envió a
preguntar al Maestro Bueno: “¿Eres tú el
que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.
La
desesperanza quiere anclarse en nuestro corazón, Jesús lo sabe, por eso manda
decir a Juan: “…los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos quedan limpios…los sordos oyen, los muertos resucitan y a
los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta
defraudado por mí”. Es decir, no nos sintamos defraudados, aunque pareciera
que todo está perdido, no es así. El Señor está con nosotros, hay que seguir
luchando aun cuando se esté preso, oculto, aislado, incomprendido. No hay que
dejar nunca de anunciar y preparar el camino que conduce a Dios.
En
las situaciones más oscuras de nuestra vida, podemos experimentar la
impaciencia, que nos inclina a desfallecer. El Apóstol Santiago nos alienta
también: “Aguarden también ustedes con
paciencia y mantengan firme el ánimo, porque la venida del Señor está cerca”.
El ánimo nos saca del abismo de la desesperanza y nos conduce a fiarnos
plenamente de Dios que nunca nos defrauda: “El
Señor siempre es fiel a su palabra…”, nos dirá el salmista.
El
Señor Jesús dio testimonio de Juan, vio en él a aquel que dispuso a allanar los
senderos, resaltó el trabajo del Bautista. Seguro que Juan, al recibir la
respuesta de Jesús, recobró las fuerzas y, desde aquella cárcel, siguió “preparando el camino del Señor”. Cuando
se confía en Dios, nada ni nadie podrá desanimarnos, ni los más difíciles
problemas. Este tercer domingo de Adviento, pidamos al Señor la gracia de no
desanimarnos jamás, que nos envíe su palabra de aliento para seguir haciendo el
bien hasta el último segundo de nuestras vidas. Libéranos, Señor, de la
desesperanza, de la inquietud, de todo aquello que quiere hacernos dudar de Ti
y concédenos mantenernos siempre fuertes, llena de alegría nuestro corazón para
poder exclamar con gozo: “¡Ven, Señor, a
salvarnos!”.
Padre
Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal –
Venezuela.
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