miércoles, 25 de mayo de 2016

Reflexión para la Solemnidad de Corpus Christi - Ciclo C

“Hagan esto en memoria mía”

Lecturas: Génesis 14,18-20; Salmo 109; 1era Corintios 11,23-26;
Evangelio según San Lucas 9, 11-17

Hoy celebramos la Solemnidad de “Corpus Christi”. Ante el Pan y el Vino consagrados, contemplamos un nuevo misterio. El domingo pasado meditábamos el Misterio de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo; hoy nos arrodillamos ante el Misterio de Amor: El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo. El Señor no deja de sorprendernos, se queda en medio de nosotros bajo las apariencias de pan y vino, nuestros sentidos se quedan cortos y la razón, por sí sola, no puede acceder a este maravilloso Misterio, es cuestión de fe, hay que abrir el corazón.

En la Antigua Alianza, los sacerdotes ofrecían a Dios la carne y la sangre de los animales destinados al sacrificio. Jesús, trae consigo un hecho contrario al antiguo rito y a la vez significativo: “La Nueva Alianza”, es Él quien ofrece su propio Cuerpo y Sangre, y nos deja así el memorial de su Pasión. San Pablo nos lo recuerda hoy: “Cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva”. Esta realidad nos deja ver el amor profundo del Señor por nosotros, nada más valioso para dejarnos que su propio ser, en esa pequeña hostia y en el vino se encuentran contenidos su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad: Milagro de Amor.

Hagan esto en memoria mía”, son las palabras de Jesús el día que instituye este Sacramento de Amor. ¿Cómo perpetuar este acontecimiento? ¿De qué manera quiere el Señor que hagamos presente su memorial? El Maestro Bueno nos señala el camino, el Evangelio de hoy deja en evidencia lo que Jesús quiere que hagamos: “Denles ustedes de comer”. Quien participa del Cuerpo y Sangre del Señor, debe hacerse consciente de las necesidades de los hermanos. Hoy el Señor pide a sus discípulos que asistan a quienes habían estado todo el día escuchándole, también nos pide a nosotros hechos concretos, no sólo dar, sino también darnos, sólo así hacemos memoria de su Sacramento de Amor.

Necesitamos saciar el hambre y la sed de muchos hermanos que hoy sufren exclusión, hay tantas personas enfermas, niños abandonados a merced de bandidos y abusadores, trabajadores explotados que no pueden llevar pan a sus casas. Si comulgamos, si recibimos al Señor, con mayor razón debemos orientar nuestras vidas hacia quienes nos necesitan. Laicos, consagrados y sacerdotes participamos del Cuerpo y Sangre de Jesús, demostremos ahora, con obras, que no lo hemos recibido en vano.

Señor, hoy nos arrodillamos ante Ti, pan y vino son símbolo de humildad, pero también de grandeza, ayúdanos a vivir en comunión contigo y nuestros hermanos. Celebrar tu memorial, es también poner en práctica el amor hacia el prójimo: “Ten compasión de nosotros, Buen Pastor, Pan verdadero. Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al cielo”. ¡Bendito, Alabado y Adorado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.

martes, 17 de mayo de 2016

Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote - Ciclo C

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote


El jueves después de Pentecostés celebramos la Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Tres palabras claves nos invitan a meditar en la persona de Jesucristo y de nuestra relación con Él: Sacerdote, Sumo y Eterno.

SACERDOTE: Jesús no es sacerdote a la manera del Antiguo Testamento, aquellos sacerdotes ofrecían otras víctimas, en cambio Jesús ofrece su propia persona, su propio ser. El mensaje contenido en Hebreos dice que el Señor ofreció el Sacrificio Perfecto, no podemos comparar el sacerdocio de Jesús con el de la Antigua Alianza. Aquellos ejercían su sacerdocio nacido en la casta, de la Tribu de Leví. Jesús no es descendiente de una casta sacerdotal, no lo encontramos en el templo ofreciendo sacrificios, a la manera antigua. Su sacerdocio es distinto, el mismo escrito a los Hebreos nos refiere que Jesús es “Sacerdote Eterno, según el rito de Melquisedec”. Su Sacerdocio radica, pues, en la entrega total de sí: su Cuerpo y su Sangre, para la Salvación del mundo.

Por otra parte, somos sacerdotes tanto en cuanto participamos del Único Sacerdocio de Cristo. Estrictamente hablando, sólo participamos del Sacerdocio de Cristo. Todos los bautizados participamos del sacerdocio de Cristo. Los fieles laicos participan del sacerdocio real, y los diáconos, presbíteros y obispos del sacerdocio ministerial.

SUMO: Jesús es Sumo Sacerdote, es decir, que no hay otro como Él, lo es todo, su sacrificio es incomparable. Él no ofreció una víctima,pues él se entregó a sí mismo, él se ofreció al Padre en un Sacrificio inigualable. Acepta voluntariamente entregarse, y nadie puede superar esta ofrenda de Amor. Por eso la Iglesia nos enseña que el Único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo. Nadie goza de esta plenitud. Ni siquiera María, ella “no es correndentora”, María es intercesora, veneramos de manera especialísima a nuestra Madre del Cielo, pero su Hijo es la mente y la obra maestra.

Quienes participamos del sacerdocio ministerial, nos sentimos privilegiados, pues, hay que tener claro que no es la persona del presbítero la que ofrece el sacrificio en la Eucaristía, el Ministro Ordenado actúa “in persona Christi” por eso nos revestimos con los ornamentos sagrados, para significar que no soy “yo”, sino que celebro el memorial en persona de Cristo, de hecho, las palabras de la Consagración están en primera persona: “Esto es mi cuerpo… Esta es mi sangre”. Es Jesús, quien en ese instante es Sacerdote, Víctima y Altar.

 ETERNO: Su Sacerdocio, su sacrificio se ha dado de una vez y para siempre, para darnos salvación y plenitud. Él se preocupa por nuestras fragilidades y clama al Dios del cielo para que obre en favor nuestro. Siempre, a cada instante. Por eso, en cada Eucaristía no se “repite”, se “hace actual-presente” el Sacrificio del Señor. Su Sacerdocio es Eterno, porque nadie vendrá después de Él. Su sacrificio no cesará jamás. La prueba máxima de su entrega es insustituible, pues “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre”.

Dios bendiga a todos los que somos bautizados, participamos de este Único, Sumo y Eterno Sacerdocio. Elevemos una oración especialísima por los sacerdotes del mundo que a ejemplo de Jesucristo se entregan generosamente. Que el Señor nos conceda abundantes vocaciones sacerdotales, para que sean, el día de mañana, los que hagan presente el Sacrificio de Amor de nuestro Salvador Jesucristo.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.

Reflexión para la Solemnidad de la Santísima Trinidad - Tiempo Ordinario Ciclo C

“Credo in Unum Deum…”


Lecturas: Proverbios 8,22-31; Salmo 8; Romanos 5,1-5;
Evangelio según San Juan 16,12-15

Padre, Hijo y Espíritu Santo son un solo y único Dios”, es la frase categórica que resume nuestra Profesión de Fe en el Dogma Trinitario. Por eso cuando afirmamos los domingos: “Credo in Unum Deum…” – “Creo en un solo Dios”, estamos proclamando el más grande de los Misterios del Señor: “La Santísima Trinidad”. Quien quiera explicarlo, se quedaría corto, ningún concepto filosófico o teológico abarcaría la grandeza de Dios, el ser humano sólo comprenderá y se acercará al Dios Uno y Trino, en la medida que su fe sea sincera: “Señor, yo no entiendo, pero creo, no sé cómo tres Personas distintas son un solo Dios, pero, reconociendo tu grandeza, puedo aceptar que un Dios como Tú puede darse a conocer en tres Personas distintas”.

La razón por sí sola no puede acceder al Misterio de Dios, necesita de la Fe. Dios desea que desde nuestra fe, acompañada de nuestra razón y viceversa, podamos participar de esa comunión perfecta que reflejan Padre, Hijo y el Espíritu Santo. El Salmo de hoy nos invita a reconocer nuestra pequeñez ante la presencia Trinitaria en la obra de la Creación: “Señor…Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?

¿Cómo acercarnos hoy a este Misterio de la Santísima Trinidad? El Maestro Bueno nos ha dado la clave para ir accediendo gradualmente: “Muchas cosas quedan por decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad plena”. No podemos abarcarlo todo de una vez. Por eso es necesaria una fe sincera, que no se interrogue tanto intelectualmente. La gente sencilla, aquellos que no saben mucho o nada de teología, aquellos cuyas mentes no tienen prejuicios filosóficos ni razonamientos abstractos, nos dan grandes lecciones.

¡Cuánta humildad nos hace falta para poder penetrar en el Misterio Trinitario! Creer, en un Dios, que es Padre, sentirnos sus hijos, aceptar su mano amorosa que nos encamina, decirle con sencillez y amor profundo “Abbá”, papá, o como los niños “papito”, así lo llamaba Jesús; ese Jesús que es Hijo, se reconoció Hijo y nos enseñó a sentirnos amados por el Padre, ese Hijo que es el “rostro de la misericordia del Padre”, que siendo Dios, se rebajó y se hizo uno como nosotros y que sabiendo que retornaba al Padre nos prometió el Espíritu Santo, el “Amor del Padre y del Hijo”, el Señor y Dador de Vida, que procede del Padre y del Hijo. Ése del que Jesús dice que vendrá para glorificarlo y viene de su Padre: “Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso tomará de lo mío y se los anunciará”.
Pidamos al Buen Dios que acreciente nuestra fe para proclamarle con sincero corazón.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.


viernes, 13 de mayo de 2016

Reflexión para el Domingo de Pentecostés - Ciclo C

¡Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro!


Lecturas: Hechos de los Apóstoles 2,1-11; Salmo 103; 1 Corintios 12, 3b-7.12-13; Evangelio según San Juan 20, 19-23

Hoy celebramos la Fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, el motor, el alma de la Iglesia. La historia de la Iglesia ha estado impregnada con la presencia del Espíritu Santo. Desde la creación del mundo, Él ha sido el protagonista, “estaba sobre las aguas”, así nos dice el Génesis; es más, es Él quien encarna a Jesús en el seno de María Santísima y luego quien le dirige y le impulsa a anunciar el Evangelio, es el que nos promete Jesús, es el Enviado, el Abogado, el Intercesor, el que nos hace partícipes de la Iglesia desde nuestro bautismo. Todo, como se ha visto, ha estado tocado por su presencia dinámica y creadora.

Este domingo no puede pasar inadvertido, no es un día más, no, el Espíritu Santo es Dios mismo quien viene para llenar el corazón vacío del hombre. ¿No es esto un motivo de alegría extraordinario? El Señor viene para llenar de VIDA nuestra vida. La primera comunidad cristiana no pudo prescindir de esta presencia en sus vidas: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontrabanSe llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas…” Así inicia el espectáculo maravilloso en la vida del creyente, su vacío es llenado por el Espíritu Santo que da vida y transforma.

En la Secuencia de hoy leemos “mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro”, esta es una realidad. Cuando el ser humano no abre el corazón al Espíritu Santo está como muerto, vacío, se vuelve un individualista, un prisionero de la mundanidad. Espíritu Santo, mira el corazón del hombre cuando tú no estás, nos volvemos crueles, insensatos, excluyentes. Si tú no estás en nuestras vidas fracasamos, no solamente hacemos vacía nuestra vida sino la de nuestros hermanos porque ¿qué vida vamos a transmitir? Nos hemos olvidado lo que San Pablo dijo a la Comunidad de Corinto: “En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”.

El Maestro Bueno nos ha dado la posibilidad de experimentar más cercanamente la presencia de su Espíritu. Su aliento de vida hoy es exhalado sobre nosotros para ser portadores del perdón y la misericordia: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados…”. Una vez llenos de su Espíritu seremos capaces de vaciar el pecado y llenarnos de perdón, si la Secuencia dice “mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento”, hoy podemos decir, gracias a Jesús “mira el poder del perdón cuando envías tu aliento”. Los discípulos antes de recibir tu aliento vivificador estaban encerrados, luego vemos cómo tu gracia los transforma totalmente. Sí, Espíritu santo, tu gracia nos ayuda a perdonar, a sanar, a mirar a los demás y salir de nuestro egoísmo y de nuestro encierro. Por eso no tardes en venir a nuestras vidas: “Envía tu Espíritu Señor y renueva la faz de la tierra”.

Hoy es el día del Seminario en Venezuela. En la Diócesis de San Cristóbal oramos de manera especial por nuestro Seminario Diocesano “Santo Tomás de Aquino”, que el Espíritu Santo ilumine a los sacerdotes formadores, que transforme los corazones de los seminaristas y les conceda la gracia de llegar a ser buenos y sobre todo santos sacerdotes. Por favor, no dejen de orar por mí para que el Espíritu Santo guíe mi vida entera.


Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Reflexión para el Domingo - Solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos - Ciclo C

¿Qué hacen allí parados, mirando al cielo?


Lecturas: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11; Salmo 46; Efesios 1, 17-23;
Evangelio según San Lucas 24, 46-53

Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor Jesús a los cielos. Pareciera un momento de despedida, pero lo cierto es que, todo el mensaje presentado en la liturgia de hoy, marca el inicio del camino del creyente que ha experimentado la gracia de encontrarse con el resucitado. La pregunta que les hacen los dos hombres vestidos de blanco a los discípulos es más que sugerente: “¿Qué hacen allí parados, mirando al cielo?”. No hay que quedarse estáticos, el Maestro volverá y hay que ponerse manos a la obra.

El Maestro Bueno, en el Evangelio de hoy, nos invita a ser testigos de todo lo que ha enseñado: su anuncio, pasión, muerte y resurrección. Estos hechos nos invitan a lanzarnos mar adentro, con la confianza puesta en el Señor. La invitación de Jesús viene acompañada de una promesa: “Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”. El Espíritu Santo vendrá en nuestra ayuda, él nos hará dinámicos, por eso no podemos quedarnos perplejos mirando al cielo, anonadados por semejante acontecimiento, hay que aterrizar, es decir, muchos necesitan escuchar el mensaje del Resucitado.

Este Año de la Misericordia estamos llamados a poner los pies en la tierra y bajar la mirada sobre tantas personas que sufren y padecen necesidad. San Pablo hoy nos recuerda que debemos abrir nuestro corazón para ser iluminados por Dios y cumplir con esta misión: “… Pido (a Dios) que les ilumine la mente para que comprendan cuál es la esperanza que les da su llamamiento…”. Jesús sube al cielo no para despedirse o para estar lejos, al contrario se queda en medio de nosotros y nos pide que llenos de alegría enfrentemos las contrariedades de este mundo que vive tan distraído y alejado de la realidad.

Muchos cristianos de hoy, se quedan, no solamente mirando al cielo, para hacerse los de la vista gorda, sino que también cruzan los brazos, sin hacer nada, esperando que todo caiga del cielo. ¿Qué hacemos ahí parados, estancados, como muertos? Vayamos al encuentro del hermano enfermo, del que está en la cárcel, del que no tiene qué comer, del que no tiene esperanza, del que ha sido violentado, del que ha perdido trágicamente a su ser querido… Llevemos y demos esperanza, sólo así podemos ser verdaderos testigos del Jesús que subió al cielo, de aquél que nos bautizó con su Espíritu Santo.

Hoy celebramos el día de las Madres, aprovechamos la ocasión para pedir al Dios del cielo que envíe su bendición sobre todas ellas, mujeres llenas de amor y ternura, mujeres entregadas, que con su ejemplo también nos ayudan a vivir el gozo que nos ofrece Jesús, el Señor que ha subido al cielo.


Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.