Jesucristo,
Sumo y Eterno Sacerdote
El
jueves después de Pentecostés celebramos la Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno
Sacerdote. Tres palabras claves nos invitan a meditar en la persona de
Jesucristo y de nuestra relación con Él: Sacerdote, Sumo y Eterno.
SACERDOTE:
Jesús no es sacerdote a la manera del Antiguo Testamento, aquellos sacerdotes ofrecían
otras víctimas, en cambio Jesús ofrece su propia persona, su propio ser. El
mensaje contenido en Hebreos dice que el Señor ofreció el Sacrificio Perfecto, no
podemos comparar el sacerdocio de Jesús con el de la Antigua Alianza. Aquellos ejercían
su sacerdocio nacido en la casta, de la Tribu de Leví. Jesús no es descendiente
de una casta sacerdotal, no lo encontramos en el templo ofreciendo sacrificios,
a la manera antigua. Su sacerdocio es distinto, el mismo escrito a los Hebreos
nos refiere que Jesús es “Sacerdote
Eterno, según el rito de Melquisedec”.
Su Sacerdocio radica, pues, en la entrega total de sí: su Cuerpo y su Sangre,
para la Salvación del mundo.
Por
otra parte, somos sacerdotes tanto en cuanto participamos del Único Sacerdocio
de Cristo. Estrictamente hablando, sólo participamos del Sacerdocio de Cristo. Todos
los bautizados participamos del sacerdocio de Cristo. Los fieles laicos
participan del sacerdocio real, y los diáconos, presbíteros y obispos del
sacerdocio ministerial.
SUMO: Jesús
es Sumo Sacerdote, es decir, que no hay otro como Él, lo es todo, su sacrificio
es incomparable. Él no ofreció una víctima,pues él se entregó a sí mismo, él se
ofreció al Padre en un Sacrificio inigualable. Acepta voluntariamente
entregarse, y nadie puede superar esta ofrenda de Amor. Por eso la Iglesia nos
enseña que el Único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo. Nadie goza
de esta plenitud. Ni siquiera María, ella “no es correndentora”, María es
intercesora, veneramos de manera especialísima a nuestra Madre del Cielo, pero
su Hijo es la mente y la obra maestra.
Quienes
participamos del sacerdocio ministerial, nos sentimos privilegiados, pues, hay
que tener claro que no es la persona del presbítero la que ofrece el sacrificio
en la Eucaristía, el Ministro Ordenado actúa “in persona Christi” por eso nos
revestimos con los ornamentos sagrados, para significar que no soy “yo”, sino
que celebro el memorial en persona de Cristo, de hecho, las palabras de la
Consagración están en primera persona: “Esto
es mi cuerpo… Esta es mi sangre”. Es Jesús, quien en ese instante es
Sacerdote, Víctima y Altar.
ETERNO:
Su Sacerdocio, su sacrificio se ha dado de una vez y para siempre, para
darnos salvación y plenitud. Él se preocupa por nuestras fragilidades y clama
al Dios del cielo para que obre en favor nuestro. Siempre, a cada instante. Por
eso, en cada Eucaristía no se “repite”, se “hace actual-presente” el Sacrificio
del Señor. Su Sacerdocio es Eterno, porque nadie vendrá después de Él. Su
sacrificio no cesará jamás. La prueba máxima de su entrega es insustituible,
pues “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y
siempre”.
Dios
bendiga a todos los que somos bautizados, participamos de este Único, Sumo y
Eterno Sacerdocio. Elevemos una oración especialísima por los sacerdotes del
mundo que a ejemplo de Jesucristo se entregan generosamente. Que el Señor nos
conceda abundantes vocaciones sacerdotales, para que sean, el día de mañana,
los que hagan presente el Sacrificio de Amor de nuestro Salvador Jesucristo.
Pbro.
Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal –
Venezuela.
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