jueves, 11 de febrero de 2016

Reflexión para el I Domingo de Cuaresma - Ciclo C

¡Tú eres mi Dios y en tí confío!


Lecturas: Dt 26, 4-10; Salmo 90; Rom 10, 8-13
Santo Evangelio según San Lucas 4, 1-13

"Tú, que vives al amparo del Altísimo y descansas a la sombra del Todopoderoso, dile al Señor: 'Tú eres mi refugio y fortaleza; tú eres mi Dios y en ti confío". Con esta frase contenida en el Salmo responsorial queremos marcar la ruta de nuestro camino cuaresmal. Hemos iniciado el pasado miércoles, con la imposición de la ceniza, la Cuaresma, un tiempo de gracia y bendición, alusivo a los cuarenta días y cuarenta noches que Jesús pasó en el desierto para luego ser tentado por el diablo y salir victorioso ante esos embates. ¿Cómo pudo vencer Jesús? Sin duda que fue su confianza en Aquél que lo eligió. Confiar en Dios plenamente y, sentir su mano que sostiene, será la clave que nos ayude a vivir plenamente este tiempo de misericordia.

Todos nosotros, al igual que el Maestro Bueno, hemos pasado por momentos de tentación en la vida. Quizás hemos vencido algunos, pero también es probable que en otros muchos hayamos caído por nuestra humana debilidad. Esta Cuaresma queremos salir victoriosos. Satanás sigue acechando nuestra vida y no podemos dar tregua, con el diablo no se negocia, así nos enseñó Jesús y el Evangelio de hoy lo evidencia. En tres momentos fue tentado y en los tres sale vencedor, Jesús a pesar de estar débil y necesitado supo evadir la astucia del diablo. Venció el hambre, la tentación de tener y la de hacerse más que los demás. 

Hoy muchos de nosotros también nos sentimos débiles y necesitados y "Satanás como león rugiente anda buscando a quien devorar", él sabe cuáles son nuestras necesidades y quiere hacernos tropezar, por eso debemos estar alerta. El Pueblo de Israel, ante sus necesidades: hambre y esclavitud, clama a Dios y reconoce cómo le sostiene: "El Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra humillación, nuestro trabajo y nuestra angustia... nos sacó de Egipto con mano poderosa y brazo protector... entre señales y portentos". A ejemplo de Israel, nuestro corazón inquieto y frágil debe acudir al Padre del cielo, él no nos abandonará "yo te libraré y te pondré a salvo" nos dice el Señor, y sus promesas son irrevocables. Incluso Pablo hoy nos recuerda algo maravilloso: "Ninguno que crea en él quedará defraudado".

Pidamos al Señor la gracia de confiar plenamente en su amor que nos protege. Hoy en día hay miles de tentaciones, son muchas las ocasiones que el diablo sigue ofertando y si no estamos preparados y agarrados de Dios seguramente caeremos. En la Eucaristía, cuando recemos el Padre nuestro digamos con fe y desde lo profundo del corazón y constantemente "NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN". Invoquemos al Señor a diario y dejemos que su Espíritu nos conduzca. Así inició Jesús su itinerario, guiado por el Espíritu Santo y confiando en su Padre del cielo. Que durante esta cuaresma, venzamos a Satanás, aplastemos su cabeza y así se aleje de nuestra vida y digamos al Señor: TÚ ERES MI DIOS Y EN TI CONFÍO.

P.D.: Oremos por aquellas personas que han caído por debilidad. Pidamos al Señor que sane sus corazones y se sientan abrazados por su Misericordia. No te descuides, vence y jamás cedas lugar al diablo.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario - Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal - Venezuela.





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