“Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”
Evangelio
según San Lucas 9, 18-24
Hoy
contemplamos a Jesús con una pregunta un tanto sorpresiva. Pareciera que tiene
la inquietud de saber cuál es la apreciación que tienen todos acerca de sí. Interroga
a sus discípulos: “Y ustedes ¿quién dicen
que soy yo?”. Pedro no se hace esperar y responde: “El Mesías de Dios”. Si el Maestro Bueno nos hiciera esta pregunta
¿qué responderíamos? Si somos sus discípulos, seguramente nuestra respuesta
será como la de Pedro, acertada. ¿Y si no es así? Entonces seremos del grupo de
“los demás”, de aquellos por los que
Jesús pregunta: “¿Quién dice la gente que
soy yo?”. Aquellos estaban confundidos, dieron diversas respuestas y
ninguna acertada. Un verdadero discípulo sabe qué responder.
Deberíamos
preguntarnos: “¿quién es Jesús para mí?”.
Hoy el Señor nos da la clave. Si de verdad queremos seguirle, el camino es
claro: “Si alguno quiere acompañarme, que
no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga”. Tomar la
cruz, aceptar lo que viene de su mano amorosa, sin componendas. Si llegan
momentos de alegría, vivirlos a plenitud; pero, cuando lleguen los momentos
duros, los de prueba, asumirlos también con entereza, firmes, sin miedo,
teniendo la certeza de que nos dará vida y hemos preferido perderla por su
causa antes que dejarnos vencer.
Todos
sabemos que en la vida se pueden experimentar momentos de dificultad. Ante esta
realidad, tenemos la necesidad de recurrir a Dios. “Señor, mi alma tiene sed de ti”, cita el Salmo de hoy, esta frase
deja al descubierto nuestra debilidad; para asumir y llevar la cruz debemos
acudir a Dios. A veces es tan difícil asumir las cruces de la vida, es tan duro
dejar de buscarse uno mismo, dejar nuestras seguridades y arriesgarse en la
aventura de seguir a Cristo. Pero el Señor quiere que le conozcamos. ¿Dónde? En el camino de la vida, reconociendo que
somos hijos de Dios, como San Pablo hoy nos recuerda: “Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús…”.
Todos
nosotros tenemos cruces, algunos la tienen más pesada que otros, pero al final,
son cruces, con el justo peso para cada uno. No podemos tirarla, sería fácil
deshacerse del peso y alivianar la vida. Si quiero saber quién es Jesús para
mí, debo aceptar lo que él aceptó: “Es
necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y
que resucite al tercer día”. Cuando abrazamos la cruz seguramente
sufriremos, nos rechazarán, querrán vernos derrumbados pero luego vendrá la
gloria. Jesús cargó la cruz, pero luego resucitó. Perdió la vida, sí, pero
luego la recuperó. Si nos arriesgamos por Cristo encontraremos la verdadera respuesta
y comprenderemos quién es y lo que significa para nuestras vidas.
Pbro.
Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal –
Venezuela.
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