martes, 14 de junio de 2016

Reflexión para el XII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C

“Y  ustedes ¿quién dicen que soy yo?”


Lecturas: Zacarías 12, 10-11.13,1; Salmo 62; Gálatas 3, 26-29
Evangelio según San Lucas 9, 18-24

Hoy contemplamos a Jesús con una pregunta un tanto sorpresiva. Pareciera que tiene la inquietud de saber cuál es la apreciación que tienen todos acerca de sí. Interroga a sus discípulos: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro no se hace esperar y responde: “El Mesías de Dios”. Si el Maestro Bueno nos hiciera esta pregunta ¿qué responderíamos? Si somos sus discípulos, seguramente nuestra respuesta será como la de Pedro, acertada. ¿Y si no es así? Entonces seremos del grupo de “los demás”, de aquellos por los que Jesús pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Aquellos estaban confundidos, dieron diversas respuestas y ninguna acertada. Un verdadero discípulo sabe qué responder.

Deberíamos preguntarnos: “¿quién es Jesús para mí?”. Hoy el Señor nos da la clave. Si de verdad queremos seguirle, el camino es claro: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga”. Tomar la cruz, aceptar lo que viene de su mano amorosa, sin componendas. Si llegan momentos de alegría, vivirlos a plenitud; pero, cuando lleguen los momentos duros, los de prueba, asumirlos también con entereza, firmes, sin miedo, teniendo la certeza de que nos dará vida y hemos preferido perderla por su causa antes que dejarnos vencer.

Todos sabemos que en la vida se pueden experimentar momentos de dificultad. Ante esta realidad, tenemos la necesidad de recurrir a Dios. “Señor, mi alma tiene sed de ti”, cita el Salmo de hoy, esta frase deja al descubierto nuestra debilidad; para asumir y llevar la cruz debemos acudir a Dios. A veces es tan difícil asumir las cruces de la vida, es tan duro dejar de buscarse uno mismo, dejar nuestras seguridades y arriesgarse en la aventura de seguir a Cristo. Pero el Señor quiere que le conozcamos. ¿Dónde?  En el camino de la vida, reconociendo que somos hijos de Dios, como San Pablo hoy nos recuerda: “Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús…”.

Todos nosotros tenemos cruces, algunos la tienen más pesada que otros, pero al final, son cruces, con el justo peso para cada uno. No podemos tirarla, sería fácil deshacerse del peso y alivianar la vida. Si quiero saber quién es Jesús para mí, debo aceptar lo que él aceptó: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”. Cuando abrazamos la cruz seguramente sufriremos, nos rechazarán, querrán vernos derrumbados pero luego vendrá la gloria. Jesús cargó la cruz, pero luego resucitó. Perdió la vida, sí, pero luego la recuperó. Si nos arriesgamos por Cristo encontraremos la verdadera respuesta y comprenderemos quién es y lo que significa para nuestras vidas.


Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.

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