miércoles, 7 de diciembre de 2016

Reflexión para el III Domingo de Adviento - Ciclo A

“¡Ánimo! No teman”
Lecturas: Isaías 35, 1-6.10; Salmo 145; Santiago 7, 5-10
Evangelio según San Mateo 11,2-11



El Adviento es significativo porque nos invita a aguardar la venida del Señor, no con angustia, sino con tranquilidad y en paz. Pero aun así, las contrariedades de la vida y las tentaciones del mundo quieren arrebatarnos la paciencia, requisito indispensable para recibir al Señor. De hecho, este domingo, el profeta Isaías nos trae una palabra de aliento: “¡Ánimo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos”. No debemos desanimarnos, en medio de nuestros desiertos hay que dar cabida a la alegría: “Regocíjate yermo sediento. Que se alegre el desierto y se cubra de flores…”.

A veces, pareciera que nuestro esfuerzo y nuestra esperanza por lo que hemos luchado y predicado, no produjeran frutos, esto fue lo que experimentó Juan el Bautista: desánimo, se sintió defraudado, porque todo lo que había hecho para prepararse y preparar a los demás, para el Señor pareciera perdido. Por eso envió a preguntar al Maestro Bueno: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.

La desesperanza quiere anclarse en nuestro corazón, Jesús lo sabe, por eso manda decir a Juan: “…los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios…los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”. Es decir, no nos sintamos defraudados, aunque pareciera que todo está perdido, no es así. El Señor está con nosotros, hay que seguir luchando aun cuando se esté preso, oculto, aislado, incomprendido. No hay que dejar nunca de anunciar y preparar el camino que conduce a Dios.

En las situaciones más oscuras de nuestra vida, podemos experimentar la impaciencia, que nos inclina a desfallecer. El Apóstol Santiago nos alienta también: “Aguarden también ustedes con paciencia y mantengan firme el ánimo, porque la venida del Señor está cerca”. El ánimo nos saca del abismo de la desesperanza y nos conduce a fiarnos plenamente de Dios que nunca nos defrauda: “El Señor siempre es fiel a su palabra…”, nos dirá el salmista.

El Señor Jesús dio testimonio de Juan, vio en él a aquel que dispuso a allanar los senderos, resaltó el trabajo del Bautista. Seguro que Juan, al recibir la respuesta de Jesús, recobró las fuerzas y, desde aquella cárcel, siguió “preparando el camino del Señor”. Cuando se confía en Dios, nada ni nadie podrá desanimarnos, ni los más difíciles problemas. Este tercer domingo de Adviento, pidamos al Señor la gracia de no desanimarnos jamás, que nos envíe su palabra de aliento para seguir haciendo el bien hasta el último segundo de nuestras vidas. Libéranos, Señor, de la desesperanza, de la inquietud, de todo aquello que quiere hacernos dudar de Ti y concédenos mantenernos siempre fuertes, llena de alegría nuestro corazón para poder exclamar con gozo: “¡Ven, Señor, a salvarnos!”.

Padre Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.


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