La sociedad del siglo XXI está necesitada del amor de Dios, del anuncio del Evangelio. Ser un discípulo de Jesús, ser portavoz del Señor hoy día implica enfrentarse a muchas situaciones, la mayoría de las veces difíciles. Quien quiere hablar de Dios, o mejor aún, dar testimonio de vida cristiana, puede contar con la suerte de ser escuchado o correr el riesgo de pasar desapercibido o ser ignorado.
El libro del profeta Ezequiel nos enseña cómo el Señor necesita de un portavoz, es decir, de un profeta, que anuncie su mensaje de salvación: “te envío a un pueblo rebelde para que les comuniques mis palabras. Te escuchen o no…”. Ser un mensajero de la Buena Noticia de Jesús implica arriesgarse, quizá no nos presten atención, pero no nos podemos callar. No se puede silenciar la voz de Dios en un mundo lleno de odio, discordia, individualidad o como lo ha dicho el Papa Francisco, un mundo que vive una “globalización de la indiferencia”. Dejarse llenar por el Espíritu, como ocurrió con Ezequiel, es la clave para no desfallecer en la tarea de llevar a Dios a todos los hombres y mujeres del mundo.
Observamos que no es nada fácil ser “profeta”. Muchos piensan que hablar de Dios es algo hermoso, que a todos encanta, y nos encontramos con otra realidad. San Pablo nos enseña que “predicar a Cristo”, implica sufrimiento: “Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultadess que sufro por Cristo…”Pero esto no nos debe detener. Hoy en día se sigue hablando de aborto, de secuestros, de violación de los Derechos Humanos, de persecución cristiana, etc. Y, ante esta realidad ¿qué estamos haciendo los cristianos?
Tengamos la valentía de Ezequiel y la osadía de San Pablo. Nos van a prestar atención unos pocos, otros se opondrán, pero no estamos solos en este camino: Nos acompaña la Gracia de Dios. Con el corazón lleno de la Gracia que viene de Cristo podemos vencer obstáculos:“Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”. El mismo Dios, su amor, su misericordia son el motor que nos impulsa a llevar un mensaje de fe y de salvación a este mundo en donde impera el tener sobre el ser.
El Señor en el Evangelio tuvo que enfrentarse a la situación de no ser escuchado. Sus contemporáneos no le quisieron aceptar. Quien no recibe el mensaje del Evangelio se cierra a la Gracia, en un corazón falto de fe no puede penetrar el Amor de Dios. El Maestro no pudo hacer allí en medio de los suyos ningún milagro. Pareciera que fue derrotado por la falta de fe, pero en el fondo no es así. Sabemos que curó a algunos imponiéndoles las manos. Insistir, esa es clave, no dejarse derrotar, he ahí la diferencia. Ser profeta implica muchas veces ser rechazado, pero también aceptado aún por unos pocos, y la semilla del Evangelio crece allí, en esos pocos.
No nos detengamos, ser portavoces del Señor es una tarea ardua pero satisfactoria, nos sentiremos muchas veces extenuados, pero no vencidos. Hablemos de Dios, mostremos a Dios, llevemos a Dios en nuestras vidas y seremos verdaderos profetas. No olvidemos que contamos con su Gracia, no es cualquier cosa. Su Gracia nos llena de valentía, de celo, de ánimo y esto contagia a los demás. Que Jesús no se extrañe de nosotros, al contrario, que encuentre nuestro corazón rebosante de fe para que Él obre maravillas en nosotros.
Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario
Vicario Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles - La Grita
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