(Amós 7,12-15; Salmo 84; Efesios 1,3-14; Marcos 6,7-13)
Las lecturas de la Palabra de Dios para este domingo nos dejan en evidencia dos acciones que son de la exclusividad de Dios: “Él nos llama y nos envía”. Amós nos ilumina a este respecto: “El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo Israel”. La misma enseñanza la podemos encontrar en la Carta de Pablo a los Efesios: “Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo…”. Inclusive el mismo Jesús toma esta actitud en el Evangelio de hoy:“En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos…”. Queda claro, es Dios quien nos elige, nos hace el llamado y nos pide anunciar su Evangelio de la Vida.
Cuando el Señor nos dice: “Ve”, ya ha entrado en confianza con nosotros, ha mirado lo profundo de nuestro ser y nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás. Los cristianos debemos y tenemos que estar conscientes de esta elección. Muchos de nosotros vivimos al margen de esta realidad. El mundo sería distinto si nosotros estuviésemos al pendiente de este toque de Dios en nuestras vidas. Hoy es necesario salir, encontrarnos con el hermano en el camino, visitar su casa, su trabajo. El envío nos sitúa en aquel deseo que manifiesta muy a menudo el Papa Francisco: “ir a las periferias”. ¡Cuántos hermanos nuestros viven tan alejados sin que se les anuncie la Buena Noticia!
Ahora bien, el envío implica “misión”. Si el Señor nos ha hecho un llamado es precisamente porque necesita que le ayudemos en algo. ¿Pero qué necesita Dios de nosotros? Es claro, necesita nuestra voz, que profeticemos. Un enviado de Dios tiene que hablar de Dios y además vivir como Dios quiere, sería lo mismo decir: “Predicar y dar testimonio de vida”. Nuestros hermanos nos escucharán cuando seamos capaces de ser reflejo de Aquél que nos ha enviado. Así como los discípulos en el Evangelio:“Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban”.
Hoy quiere el Señor de nosotros dos cosas como hemos visto: Ir y anunciar el Evangelio. Pero esto no puede darse a plenitud si no seguimos las recomendaciones del Maestro: “Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica”. Es muy cierto esto, quizás parezca muy exigente este mandato de Jesús, pero aquí queda claro algo: lo más importante que se debe llevar para el camino es el Mensaje de Jesús, la Buena Noticia que alegra y conforta. Cuando se es enviado a profetizar, no hay que pensar que somos nosotros los más importantes, es el mensaje lo que vale la pena, no hay cosa más necesaria para llevar por el camino que la Palabra de Jesús, que no es otra cosa que Salvación.
Hermanos, no olvidemos nunca que somos escogidos por el Señor, vayamos y anunciemos que “por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados”. Seamos verdaderos cristianos, no parezcamos cristianos. No dependamos más de otra cosa que no sea la voluntad de Dios. Él ha querido llamarnos, ha querido elegirnos y somos sus portavoces, nunca nos detengamos, el Señor que ha empezado en cada uno de nosotros esta buena obra, permitirá que la llevemos a feliz término.
Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario.
Vicario Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles – La Grita.
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