lunes, 20 de junio de 2016

Reflexión para el XIII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C

“Cristo nos ha liberado”


Lecturas: 1Reyes 19,16.19-21; Salmo 15; Gálatas 5,1.13-18
Evangelio según San Lucas 9, 51-62

“Libertad”, una palabra maravillosa pero muy mal entendida. Todos queremos ser “libres”, pero ¿hasta qué punto estamos conscientes de nuestra libertad? Vivimos en una sociedad que ha querido plagar todos los ambientes con una especie de relativismo, donde prevalece el “todo me está permitido”, confundiendo así, la libertad, con el libertinaje. La mundanidad cierra nuestro corazón y, en vez de ser libres, nos hacemos esclavos, prisioneros de nuestros afectos desordenados, que sólo conducen a nuestra propia destrucción.

Ante este “libertinaje” aparece la verdadera libertad, que no es otra que la que nos da Jesús. San Pablo afirma: “Cristo nos ha liberado para que seamos libres”. Pero ¿de qué nos ha liberado? Del yugo del pecado, de la mundanidad que acecha sin dar tregua. San Pablo también nos invita a permanecer alertas ante la libertad mal entendida: “Su vocación hermanos es la libertad. Pero cuiden de no tomarla como pretexto para satisfacer su propio egoísmo; antes bien, háganse servidores los unos de los otros por amor”.

Cuando nos desprendemos de tantos vicios y damos cabida a Cristo, entonces empezaremos a comprender lo que es la verdadera libertad. No se puede conocer a Cristo cuando estamos entregados a tanta superficialidad. Cuando estamos apegados a las cosas o a las personas no podemos dar una respuesta generosa al Señor. Esto se evidencia en el Evangelio de hoy. Tres personas tienen la posibilidad de seguir a Jesús, pero su respuesta no es libre del todo, cada uno puso reparos: su familia, sus deseos e inquietudes…

Seguir a Jesús implica estar dispuestos a desprenderse totalmente de todo, hasta de sí mismos. Ser libres implica ser hombres y mujeres de bien, que vivan la vida al máximo, asumiendo el Evangelio de la Vida, el único que transforma, que da plenitud. La libertad no es sinónimo de placer, la libertad es sinónimo de “Verdad”, San Juan nos dice “la Verdad los hará libres”. ¿Cuál Verdad? Cristo es la respuesta. Amar e incluso estar dispuestos a sufrir con tal de dar sentido a nuestras vidas.

Enséñanos, Señor, el camino de la Vida”, dice el Salmo. Queremos transitar por la vía que conduce a la verdadera libertad. ¿Cuál es ese camino? Bella y brevemente lo definió San Agustín: “Ama y haz los que quieras”. El que ama puede obrar maravillas, ese “haz lo que quieras”, no invita a una vida desenfrenada, al contrario, va precedida por la palabra “Ama”, de modo que el amor no da cabida al mal; quien ama a sus hermanos jamás les hará daño, por eso puede actuar con libertad, porque su corazón estará lleno de misericordia y compasión.

Pidamos a Jesús que nos ayude a caminar siempre a luz de la verdad, para que las tinieblas del error y del pecado no envuelvan nuestro corazón y brillemos con el esplendor de Cristo, nuestra única Libertad.


Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.

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