martes, 1 de noviembre de 2016

Reflexión para el XXXII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C

“Para Dios todos viven”

Lecturas: 2da Macabeos 7,1-2.9-14; Salmo 16; 2 Tesalonicenses 2, 16-3,5
Evangelio según San Lucas 20, 27-38

Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”, con esta frase, el Maestro Bueno, responde categóricamente a los saduceos, secta de aquel tiempo que negaba la resurrección. Hoy toda la Escritura nos habla de la vida después de la muerte, de modo que para todo cristiano católico este es un tema central: “La Resurrección”.

Nuestra fe nos exige dar testimonio de la resurrección, sabiendo que ella es el centro de nuestra esperanza cristiana. Un hermoso ejemplo de la esperanza en la resurrección nos lo ofrece el segundo libro de los Macabeos. Nos encontramos allí con el firme testimonio de una familia que no se doblega ante las amenazas de muerte del rey Antíoco Epifanes: “Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará”. Un cristiano convencido de su fe, no teme a las contrariedades de la vida, no teme a la muerte, sabiendo que su vida está enteramente en las manos de Dios.

Efectivamente, todos estamos llamados a creer en la resurrección. El Señor Jesús nos dice que para Dios “todos viven”. Ahora bien, hasta qué punto estamos convencidos de esta realidad. Los saduceos del tiempo de Jesús estaban convencidos de que no había vida después de la muerte, ¿y nosotros? En la actualidad, existen muchas corrientes ideológicas que niegan este acontecimiento, en vez de resurrección, hablan de “reencarnación”, dan paso a una visión simplista y materialista de la vida. A este respecto ya nos había advertido San Pablo: “Oren también para que Dios nos libre de los hombres perversos y malvados que nos acosan, porque no todos aceptan la fe”.

Hoy más que nunca, los cristianos debemos ser coherentes con nuestra fe. No podemos dejarnos arrastrar por aquellas posturas que ponen su ahínco en la muerte y carecen de esperanza. La fe, cuando se vive a plenitud, nos ayuda a mantener viva la esperanza, recordando aquello que San Pablo nos enseñó: “Si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe”. Hay tantos cristianos que nos dan ejemplo, muchos de ellos hoy día son perseguidos y asesinados por causa de su fe, eso nos alienta a no dar un paso atrás, aun cuando las circunstancias sean las más adversas.

Jesús nos enseña a mantener la postura, deja a los saduceos en ridículo, luego con su resurrección deja al descubierto esta gran verdad: ¡Dios es un Dios de vivos! Los siete hermanos se mantuvieron firmes en la fe, dieron su vida, no para perderla sino para ganarla. La resurrección es el premio para los cristianos que se mantienen de pie, para aquellos que a pesar de los embates de la vida se mantienen firmes, es la esperanza de aquellos que dicen: “Al despertar, Señor, contemplaré tu rostro”.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.



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