viernes, 18 de diciembre de 2015

Comentario al Evangelio - Viernes de la 3era semana de adviento. Día de nuestra Señora de la Esperanza.

A lo largo de estos días vamos a encontrar en el Evangelio la mención de varios personajes: San Juan Bautista, la Santísima Virgen María, San José... entre otros. Hoy quiero que centremos nuestra atención en San José. En el Evangelio de hoy podemos encontrar tres actitudes presentes en José, él es el hombre de: el silencio, que no juzga y actúa. 

Contemplamos hoy a San José ante el misterio de la Encarnación. Ya era casado y se encuentra conque su esposa está encinta. ¡Tremenda noticia! Que misterioso es Dios. Al Señor le gusta hacer un poquito difícil las cosas. Seguramente habría sido más fácil preparar a José para semejante noticia, pero no. Su voluntad fue a su estilo, al estilo de Dios. 

Aquí observamos a un José que no replica, que no cuestiona. No entiende el plan de Dios por eso calla. No se queja. Él sabe escuchar a Dios en medio del silencio. José encontró a Dios en el silencio de su corazón. Ojalá nosotros podamos desarrollar esta capacidad de saber callar ante la voluntad de Dios, a veces incomprensible para nosotros. 

Quería José dejar a María en secreto para no dejarla en evidencia. ¡Qué detalle de amor! Quien ama de verdad no juzga a nadie, aún cuando no se entiendan las cosas. José no quería difamar a María, tampoco le reclamó. El hombre del silencio escuchó a Dios y esto le valió para no señalar a su esposa. Hoy necesitamos cristianos que no señalen, que no juzguen a los demás por sus fallas. Todos somos pecadores y necesitamos acercarnos a la misericordia del Padre Eterno. Por favor, no juzgues a nadie, no pienses que el otro es más pecador o peor que tú. No. Sé buen hermano y perdona siempre y no mires los errores de los demás, quizás algún día estaremos sentados en el banquillo y no vamos a querer pasar por lo mismo. 

Por último contemplamos a José en su faceta de ponerse en marcha, él actúa. Después de despertarse "hizo lo que el Ángel del Señor le había mandado". José sin titubear, confió en Dios a pesar de no entender nada e hizo lo que tenía que hacer. Todo cristiano debe ponerse en marcha, no es bueno encontrarse con gente estática, inmóvil ante la vida. ¡Basta de cristianos tristes!. Hay que atreverse a hacer el bien, eso quiere Dios de nosotros: Hombres y mujeres de bien, que actúan siempre en el nombre del Señor.

Feliz viernes. No dejemos de orar juntos. Reza mucho por mi y cuenta con mi oración cercanía espiritual. 

Padre Yhoan Horacio.

jueves, 15 de octubre de 2015

Reflexión para el XXIX Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Yo no he venido a ser servido sino a servir


Lecturas: Isaías (53,10-11);  Sal 32,4-5.18-19.20 y 22; Hebreos (4,14-16); Evangelio según san Marcos (10,35-45)

Siempre ha llamado la atención este pasaje del Evangelio. Allí contemplamos que los discípulos de Jesús eran personas como nosotros, con virtudes y con defectos. Santiago y Juan son prueba de ello. Jesús no escoge personas perfectas, sin defectos, superhumanos… Él llama a personas tan iguales como nosotros. Dios aún confía en nosotros para acompañarle en la misión de llevar su mensaje de amor y misericordia. El Evangelio de hoy nos sitúa en el plano del servicio, de la humildad, de la sencillez.

Santiago y Juan se acercan a Jesús para hacerle una petición no muy humilde que digamos: “Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. A veces nosotros somos así, queremos sentirnos más que los demás, nos abruma un complejo de superioridad y no tenemos ni la menor idea de que así, andamos mal. Un cristiano sin humildad, sin sencillez, no puede sentarse al lado de Jesús. El verdadero cristiano camina con Jesús y hace lo que él hizo: “servir y dar su vida para la salvación de todos”.

Para seguir a Jesús hay que pasar por momentos difíciles, duros. Eso comporta que debemos llevar la cruz o como nos dice el mismo Maestro hoy: “ser bautizados con el bautismo que él recibirá y beber el cáliz que él había de beber”. El Libro de Isaías nos deja claro cómo el siervo sufriente vino a ser triturado, a entregar enteramente su vida para justificar a muchos. El servicio es garantía de esta entrega, y Jesús lo resume en esta frase: “El hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar la vida por el rescate de todos”.

Pidamos a Jesús que pongamos todo nuestro empeño en dar lo mejor de nosotros por los demás. La prepotencia y la arrogancia nos hacen pensar en nosotros mismos y nos olvidamos de nuestros hermanos, por eso en el Evangelio de hoy los otros diez discípulos se indignaron. Cuando nos aprovechamos de nuestros puestos o de nuestra condición, los demás estarán atentos. De allí que el Maestro Bueno hoy nos diga: “Saben que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Ustedes, nada de eso: el que quiera ser grande, sea servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.

Recordemos hoy a la Beata Teresa de Calcuta, quien con su ejemplo de vida sirvió a Dios en los más pobres y necesitados y nos dejó como legado esta hermosa frase: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Hoy celebramos el DOMUND, no olvidemos orar por los Misioneros y Misioneras en todo el mundo, para que todos estos hombres y mujeres de buena voluntad sigan propagando el Evangelio sirviendo generosamente.

Dios les bendiga siempre.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote Diocesano.

sábado, 10 de octubre de 2015

Reflexión para el XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario -Ciclo B

Anda vende todo lo que tienes


Lecturas: Sabiduría (7,7-11); Salmo 89; Hebreos (4,12-13); Evangelio según san Marcos (10,17-30)

El Evangelio de hoy nos presenta a un hombre que se acerca a Jesús para preguntarle qué sería necesario para conseguir la vida eterna. De primera mano el Maestro Bueno le presenta la lista de los mandamientos: "no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre". Esta persona le responde con comodidad y hasta justificadamente: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño".  A Jesús le sorprende esta respuesta y mirando más allá le invita a ser radical: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme". Nos dice el evangelista que este hombre frunció el ceño y se marchó pesaroso. ¡Qué triste se sentiría Jesús al ver aquel rostro desfigurado ante su petición!

En la vida solemos poner nuestro corazón en tantas cosas superficiales. Nos hemos transformado en máquinas dependientes de lo que poseemos. Este hombre cambia su expresión porque su corazón está profundamente apegado a sus riquezas. Las cosas materiales ofuscan nuestra mente y nuestro corazón y nos hacen olvidar lo esencial en la vida. El Libro de la Sabiduría hoy nos plantea que hay cosas que valen mucho más que el oro y la plata. Hoy en día existen tantas cosas que no nos dejan seguir libremente a Jesús. Nuestros intereses particulares, nuestro egoísmo, nuestra envidia, la indiferencia y arrogancia hacia nuestros semejantes. Todo ello nos empobrece.

Todo cristiano debe "vender" todo esto. Sólo así se desprenderá y se atreverá a dar pasos agigantados en la fe. Un ceño fruncido y un rostro pesaroso nos alejan de Jesús. Jesús hoy es bastante duro y radical: ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios." No es que el dinero sea malo y que las riquezas en sí mismas sean malas. El problema está cuando creemos que son todas esas cosas que tenemos las que colman nuestra vida de felicidad, cuando le damos el corazón a los bienes perecederos nos olvidamos que hay cosas maravillosas que Dios nos tiene preparadas. 

Pidamos hoy a Jesús ser totalmente desprendidos. Cuando nos vayamos de este mundo no nos llevaremos nada con nosotros. Un refrán cita: "Uno se muere y nada se lleva". Esto es muy cierto. Solo nos llevaremos las riquezas que acumulemos trabajando por la obra de Dios: el consuelo a los tristes, por la ayuda a los más necesitados, por la defensa de la vida y del matrimonio del hombre y la mujer como una realidad querida por Dios, tenemos que denunciar la corrupción, el bachaqueo, la injusticia, el abuso de poder. Todo lo que hagamos en el nombre de Dios no quedará sin recompensa: "Les aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna".

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario - Sacerdote Diocesano

sábado, 3 de octubre de 2015

Reflexión para el XXVII Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre



Lecturas: Génesis (2,18-24); Salmo 127,1-2.3.4-5.6; Hebreos (2,9-11); Evangelio según san Marcos (10,2-16)

La familia es uno de los temas fundamentales de la Iglesia en estos tiempos. Así lo ha dejado ver en muchas ocasiones el Papa Francisco, de manera especial cuando se inicia el Sínodo de la Familia. La familia sigue siendo y será la célula fundamental de la sociedad. Las lecturas de la liturgia de hoy nos dejan claro que la familia, desde el principio, es una realidad querida por Dios: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Podríamos decir, sin lugar a dudas, que sería la primera institución creada por Dios pensando en el bien de todo el género humano.

Hoy en día, en muchas naciones y culturas se habla del tema del divorcio como vía de escape a la realidad indisoluble del matrimonio cristiano. Pareciera que el matrimonio es más cuestión de moda que cuestión de vida. La Iglesia siempre se ha fundado en la palabra de Jesús y mantiene la indisolubilidad del matrimonio, no como mera cuestión humana, sino como una cuestión divina, es un mandato de Dios, pues Dios después de haber creado al hombre, hizo a la mujer para que le acompañara.

El Maestro bueno en el Evangelio de hoy nos ilustra categóricamente. Sus contemporáneos abogan por el divorcio, aquí Jesús deja claro que eso es sólo cuestión “humana”. Por encima de la ley humana prevalece lo querido por Dios. Esto es importante comprenderlo, ninguna ley humana está por encima de la sacralidad del matrimonio. Por eso, los cristianos de este tiempo debemos defender la familia, si defendemos la familia también defenderemos la vida y ayudaremos a la humanidad a situarse en el plano de Dios: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.

Hoy el Evangelio nos muestra lo importante y significativo que es el matrimonio: el hombre, la mujer, los niños… Hebreos nos dice: “Todos, el Santificador y los santificados proceden del mismo”. Hoy en día nos quieren “vender” otros modelos de “familia”, atreviéndose inclusive a llamarle “matrimonio”. No dejemos que esos esquemas humanos denigren el verdadero sentido del hogar, de la unión del hombre y la mujer, de la procreación, de los hijos que nacen y vienen para dar más vida.

Que el Señor bendiga hoy a todos los matrimonios cristianos y bendiga a todos los hombres y mujeres que han fundado una familia. Que la Sagrada Familia de Nazareth: Jesús, San José y la Santísima Virgen María intercedan por nosotros y nos ayuden a defender siempre el verdadero sentido de la familia en todo el mundo.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote Diocesano. 

viernes, 18 de septiembre de 2015

Reflexión para XXV Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B

“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”

Lecturas: Sabiduría (2,12.17-20); Sal 53,3-4.5.6 y 8; Santiago (3,16–4,3); evangelio según san Marcos (9,30-37)



Vivimos en una sociedad donde reina el egocentrismo puro: “queremos ser más que los demás”. Esta sociedad de consumo nos hace pensar en “nuestro bienestar”, y nos olvidamos de nuestros hermanos. Mientras más tenemos, más queremos. A este respecto nos advierte Santiago hoy: “Codician y no tienen; matan, arden en envidia y no alcanzan nada…” ¡Qué triste manera de pensar esta! La lógica del mundo siempre es opuesta a la lógica de Dios. Dios nos mueve a pensar en los demás y el mundo nos obliga a pensar en nosotros mismos.

En el Evangelio de hoy, los discípulos de Jesús entran en esta dinámica de la que hemos hecho mención. El Maestro Bueno les ha estado instruyendo acerca de la centralidad de su misión y ellos estaban en otra onda, el texto sagrado nos dice que cuando llegaron a Cafarnaún, Jesús les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante… La mentalidad de los discípulos de Jesús era distante de lo que él les había estado enseñando. Jesús intuye esta situación y por eso les dice: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Esta es la lógica de Jesús. Para ser importantes hay que ser servidores.

Los cristianos de este tiempo al igual que los de antes estamos llamados a ser servidores. El Papa Francisco a diario nos ha hecho esta acotación: “El verdadero poder es el servicio”. La alegría de un cristiano no consiste en sentirse más que los demás. Al contrario. Todo es diferente si colocamos nuestras capacidades y nuestro corazón mirando siempre a los demás con amor, con compasión, con entrega generosa, así como Jesús es con nosotros: “Él no vino a ser servido, sino a servir”. Un discípulo de Jesús no debe ser egoísta, no debe caer en rivalidades y mezquindades, hoy el libro de la Sabiduría nos hace un resumen de los que así piensan: “Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida”. Sentirnos más que los demás nos hace ver al prójimo no como un hermano, sino como un enemigo.

Hoy pidamos a Jesús que nos ayude a ser hombres y mujeres que tengan como slogan el servicio. Entendido éste, como la capacidad de entregarnos a los demás sin enmiendas ni intereses. Sirvamos a todos sin distinción, de manera especial sirvamos a los más necesitados. Jesús nos coloca hoy como modelo a un niño: “alguien indefenso”. El Evangelio nos reclama el servicio, dirigido a tantas personas indefensas, que sufren y que se sienten marginadas. No busquemos nuestra propia satisfacción, si somos capaces de servir entonces encontraremos sentido a la vida y seremos felices.

Que María Santísima, la madre del servicio nos ayude a ser como su Hijo Jesús e interceda por nosotros para que aprendamos ser últimos y servidores en medio de nuestros hermanos.
                                                                                    

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote Diocesano.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Reflexión para el XXIII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B

“Effetá: Ábrete”

(Lecturas: Isaías 35, 4-7ª; Salmo 145; Santiago 2, 1-5; Evangelio Según San Marcos 7, 31-37)


Las lecturas de la palabra de Dios que hoy escuchamos nos relatan dos notas características evidenciadas, de manera especial, en el Evangelio: sordera y mudez. Es claro que estas dos enfermedades no permiten entrar en verdadero contacto con el Señor. El Evangelio nos presenta un momento clave, a Jesús le presentan un hombre que es sordo y que apenas puede hablar (tartamudo), le piden que imponga sus manos sobre él con la finalidad de que pueda escuchar y por ende, hablar bien. Jesús ante aquel hombre cede: toca sus oídos, también su lengua y dice: “Effetá”, es decir, “Ábrete”. Inmediatamente aquel hombre suelta su lengua y empieza a escuchar perfectamente.

Hoy en día, también nosotros necesitamos que el Maestro Bueno abra nuestros oídos y nuestra lengua para escuchar su palabra y proclamar sus maravillas. Vivimos en un mundo lleno de sordos, gente que no quiere escuchar, o peor, gente que se hace la sorda. ¡Cuántas veces hemos escuchado aquel refrán: ‘no hay peor sordo que el que no quiera oír’! El mundo de hoy nos prefiere sordos y además mudos. Sordos para no escuchar las verdades que circulan: las injusticias, la corrupción, la inmoralidad, el bachaqueo, el maltrato injusto a las personas por el hecho de ser extranjeras, el abuso de poder de las autoridades, las mafias y los grupos antisociales que extorsionan y matan a sangre fría. Como no quieren que escuchemos estas certezas, tampoco quieren que las denunciemos.

Un cristiano necesita acercarse a Jesús, dejar que Él lo toque, que abra todo su ser y sea capaz de escuchar el clamor de tantos hermanos nuestros que sufren y además denunciar los males que arrecian. No podemos quedarnos callados. Dice el Evangelio que Jesús cuando tocó a aquel hombre “se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad”, pidamos a Jesús que nos haga libres para hablar, no podemos guardar silencio ante el dolor de los explotados, de los que sufren hambre, de los inmigrantes.

Pero aun así, no debemos conformarnos simplemente con abrir la boca y oír. No. Tenemos que abrir también el corazón. Debemos ser libres interiormente, ese “effetá” no es solo para nuestros oídos y lengua, es también para nuestro corazón. Así estaremos capacitados para expresar con humildad, pero también con fuerza, todo aquello que agobia y destruye a los pobres y sencillos. Hoy Santiago nos recuerda que no debemos tener favoritismos. La Iglesia no tiene exclusividades, los pobres son su opción preferencial por eso quienes somos parte de la Iglesia tenemos que prestar nuestros oídos y nuestra voz para favorecer a aquellos que no son escuchados ni tomados en cuenta.

Pidamos a Jesús que al entrar en contacto con él, toda nuestra vida y nuestro ser sean transformados de manera que seamos capaces de escuchar y de hablar desde el corazón. ¡Alaba alma mía al Señor!

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote diocesano.

viernes, 21 de agosto de 2015

Reflexión para el XXI Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B.


“Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”

Lecturas: Josué 24,1-2a.15-17.18b; Salmo 33; Efesios 5,21-32; Evangelio de Juan 6,60-69.


Todo ser humano quiere encontrar sentido a la vida. A veces el mundo ofrece un bagaje incontable de caminos, la mayoría de ellos contrarios a la fe cristiana. Los hombres y mujeres de este tiempo siguen buscando una dirección, pero lamentablemente muchos no saben a dónde ir. Caería bien hoy ofrecer la actitud de Pedro ante aquella interrogante de Jesús: “¿También ustedes quieren abandonarme?”… a lo que Pedro responde: “Señor ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna”.

Cristo sigue siendo el Único Camino viable, la Única Alternativa para encontrar sentido a nuestras vidas. En el Evangelio de hoy muchos discípulos abandonaron a Jesús por la radicalidad de su mensaje, sus intereses personales chocaban con la propuesta de Jesús. Tiene que enfrentar Jesús no las críticas de sus oponentes, esta vez son los suyos los que lo cuestionan, los más cercanos: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?”…“Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él”. Seguir a Jesús, redireccionar nuestras vidas implica aceptar el mensaje cristiano sin enmiendas, dejar de lado nuestras particularidades, nuestro apoltronamiento y aceptar las “palabras de Vida Eterna” que sólo hallaremos Él.

El mensaje de Jesús es contrario a las ideas y pensamientos de otros, por eso no quieren aceptarlo. Hoy día muchos encuentran sin sabores en la vida, se “estrellan” porque pensaron que su vida al margen de Cristo “iba bien”. Necesitamos ser humildes y confiados como Pedro para acercarnos al Maestro y manifestarle nuestra adhesión. Hay que ver a Jesús, degustar a Jesús: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”. Él no nos defraudará, en Él encontraremos sentido a nuestras vidas y daremos respuesta a tantas interrogantes que a veces surgen en nuestra existencia.

Pedro sentía un gran amor por Jesús, por eso no vaciló en quedarse con Él. Los demás sólo buscaban a Jesús por meros intereses, querían que Jesús se ajustara a ellos y no ellos a Jesús. Hoy pidamos al Maestro Bueno que nos ayude a ser fieles, a jamás abandonarle, para que aceptemos siempre sus palabras, las únicas palabras capaces de transformar nuestras vidas y nuestros corazones.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote diocesano.

sábado, 8 de agosto de 2015

Reflexión para el XIX Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B.


¡Levántate, come! ¡Yo soy el Pan Vivo bajado del cielo!

Lecturas: 1 Reyes 19, 4-8; Salmo 33; Efesios 4, 30-5,2; Evangelio según San Juan 6, 41-51.


¿Quién de nosotros no ha reclamado a Dios? A veces sentimos que son tantas las dificultades en nuestra vida que pasa por nuestra mente el deseo de no haber existido. Fue la experiencia del profeta Elías: «¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!». Nos sentimos tan agobiados que pareciera que no seremos capaces de superar los momentos difíciles. Sin embargo, Dios sabe que necesitamos de su ayuda y está pronto a respondernos aún cuando le reclamemos: «¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas.» ¡Qué bella respuesta!, el Señor sabe que el camino que transitamos está lleno de sin sabores pero el nos sostiene alimentando nuestra vida.

Todos nosotros pasamos por tantos sin sabores en nuestra existencia, nuestras fuerzas parecen desvanecerse pero Dios nos provee del alimento espiritual que nos revitaliza y podemos continuar el camino a pesar de nuestra debilidad. El profeta Elías después de haber comido llenó de fuerzas su cuerpo y pudo permanecer en pie cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al monte del Señor. 

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice con una clara expresión: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.» Si aquél alimento corporal llenó de fuerzas a Elías, cuánto más ha de sentirse un cristiano revitalizado cuando come y bebe el cuerpo y sangre de Jesús. Es cierto que pasamos tantas dificultades, somos débiles y frágiles pero el Maestro Bueno está siempre ahí, dispuesto para hacerse alimento que transforma todo nuestro ser. 

Cristo es el Pan Vivo que nos sostiene, abrir el corazón a Él sería dejarse llenar de su vitalidad, con Él podemos avanzar en el camino de la vida. Teniendo al Señor como el alimento indispensable de nuestra existencia seremos capaces de transformarnos, ser hombres y mujeres nuevos, cristianos que saquemos del corazón tantas amarguras, tristezas, enfados y toda maldad como nos recuerda San Pablo hoy en su carta a los Efesios. 

Si deseamos convertirnos, si anhelamos tener una vida verdadera y plena acerquémonos a Jesús, el Pan Vivo bajado del cielo. Si deseamos ser cristianos auténticos es hora de hacer lo que nos muestra el Salmo reponsorial: «¡Gustad y ved qué bueno, es el Señor,dichoso el que se acoge a él!» Sólo Cristo llena nuestra vida, Él es nuestro alimento, nuestra fuerza, Él lo es todo para nosotros.



Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario.

viernes, 24 de julio de 2015

Reflexión para el XVII Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

“Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos peces”
(Lecturas: 2Re 4, 42-44; Salmo 144; Ef 4, 1-6; Evangelio: Jn 6, 1-15)


Este domingo la Palabra de Dios, en el Evangelio de Juan, nos describe un maravilloso milagro “la multiplicación de los panes y de los peces”. Sin embargo, centremos nuestra atención no en el milagro, que no deja de sorprendernos, más bien fijemos nuestra mirada en la expresión de Pedro ante el pedido de Jesús: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos peces”.

Jesús ha pedido a Felipe, uno de sus discípulos que dé de comer a la gente que le seguía, hace el Maestro una pregunta sugerente: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?” Felipe respondió de manera inmediata: “Ni doscientos denarios bastarían para que cada uno comiera”. Dos cosas encontramos en este momento: La primera: Observamos a Jesús en su faceta de siempre “estar pendiente de los demás”. La segunda: En Felipe encontramos las limitaciones humanas. Los pretextos, las excusas, los imposibles que inundan nuestra mente y hacen que construyamos un muro que no nos deja acercarnos a los demás.

Un muchacho entra en escenario para romper este marco de obstáculos, ofrece cinco panes y dos peces. Pareciera poco. Humanamente hablando es cierto, pero desde la óptica de Dios es diferente. Jesús no cree en las limitaciones contra el amor y la caridad. El Maestro quiere hacernos caer en la cuenta de que somos nosotros los que desde nuestra “poquedad” podemos dar a manos llenas. “Cinco panes y dos peces”, es muy poco, pero es lo que Jesús quiere de nosotros. Él sabe que no tenemos más, pero desea que seamos capaces de dar aún eso poco que tenemos.

En la vida siempre vamos a sentir que es muy poco lo que tenemos. En esos cinco panes y dos peces del Evangelio de hoy está resumida nuestra experiencia de vida. Digamos a Jesús: “Maestro, sabes que sólo tengo cinco panes y dos peces”, es como si también le dijéramos: “Jesús, estos cinco panes son mis defectos, he fallado en esto, en aquello, soy débil, temo, creo que no tengo mucho que dar… ¿Y los dos peces? Ellos representan Señor Jesús mis virtudes, lo bueno y hermoso que Tú mismo me has regalado, te las ofrezco, las dejo en tus manos. Señor Jesús, sé que no son nada mis cinco panes y mis dos peces, pero es todo lo que tengo; en mis manos son “simpleza” pero al colocarlos en tus manos son un ‘milagro’…”.

Apreciados hermanos, el Señor sabe que todos podemos dar “cinco panes y dos peces” ellos se transformarán en algo especial tanto para nosotros como para los demás. San Pablo nos recuerda algo clave hoy en nuestra relación con el prójimo: “Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz”. Cuando hayamos aprendido a abandonar en las manos del Maestro nuestros panes y nuestros peces, seremos capaces de compartir con los demás, descubriendo nuestras virtudes y defectos podremos aprender a vivir más unidos. Hermanos, nunca olvidemos que en la mesa de Dios hay puesto para todos pues “comerán todos y sobrará” nos dice el segundo libro de los reyes.

Bendigamos al Señor eternamente y abandonémonos en sus manos, dejemos que Él obre en nosotros y haga el milagro de transformar nuestros corazones.  

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario - Vicario Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles. La Grita. 

sábado, 18 de julio de 2015

Reflexión para el XVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B.

Se compadeció de ellos porque andaban como ovejas sin pastor.
(Lecturas: Jer 23, 1-6; Salmo 22; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34)


En la Sagrada Escritura Dios siempre es presentado como el Pastor y su Pueblo Israel es su rebaño, es más, a Jesús se le llama el Buen Pastor y él ha venido precisamente a buscar a sus ovejas. El Evangelio de hoy resalta plenamente esta misión de Jesús: “Se compadeció de ellos porque andaban como ovejas sin pastor”. Esta frase nos muestra el corazón amoroso de Cristo, que no se preocupa por él sino por los demás, que se coloca en el lugar del otro, que sabe que hay alguien que necesita ser atendido, enseñado, amado.

Hoy día el mundo necesita pastores buenos, al estilo de Cristo. Nuestra sociedad ha sido golpeada por tantos pastores malos. Tantos pastores que sólo se aprovechan de sus ovejas. Existen tantos hombres y mujeres que se les puede identificar con este tipo de pastores, son unos simples asalariados, unos aprovechados, que no buscan el bienestar de los demás sino el suyo propio.

El Libro de Jeremías nos exhorta hoy con toda claridad, retumba en labios del profeta una frase lapidaria: “¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas de mi rebaño!”. No hay que pensar que estas palabras van referidas sólo a los Obispos y a los sacerdotes, no, todos somos pastores. Es cierto que los sacerdotes tienen una gran responsabilidad en esta misión de pastorear, pues para eso están llamados. Sin embargo, cada bautizado recibe de Cristo la misión de ser, a su ejemplo, un Buen Pastor, capaz de dar la vida por las ovejas.

Necesitamos pastores compasivos, es decir, que miren a los demás como hermanos, como suyos, como una heredad maravillosa. Muchos estamos cansados ya de pastores malos, que sólo maltratan y oprimen, que sólo tienen intereses personales. Dios nos hace hoy un reclamo. Muchas personas se alejan de Dios por el mal testimonio que a veces damos. No estamos para apacentarnos a nosotros mismos, el pastor, el hombre y la mujer de este tiempo, tiene que velar también por los intereses de los demás.

Lamentablemente actuamos así porque nos hace falta algo importantísimo, es lo que nos propone el Evangelio de hoy, es aquella invitación que nos hace el Maestro: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen conmigo”. Si deseamos ser auténticos pastores necesitamos de la compañía de Jesús, estar con Jesús, descansar y tener tiempo para Jesús. Si no damos espacio para que el Señor more en nuestras vidas estaremos vacíos, pues “nadie da de lo que no tiene”. ¿Por qué hay tantos pastores que maltratan a sus ovejas? Es claro, han dejado de lado a Cristo, sólo proponen sus proyectos personales de vida y están vacíos. Hemos olvidado que no nos podemos apartar del Señor, un pastor sin la presencia de Cristo en su corazón se vuelve obstinado, no escucha, es pérfida su actitud, el orgullo y la soberbia no dan cabida a la compasión que nos propone la Palabra de Dios.

Hermanos, abramos el corazón a Cristo, necesitamos tiempo para estar con Él, de otro modo seremos pastores malos, vacíos, superficiales y materialistas. El Señor siempre caminará junto a nosotros y nos invitará a estar con él, porque sin duda alguna “El Señor es nuestro pastor, nada nos faltará”. Que Jesús Buen Pastor nos ayude a ser como Él y aprendamos a comprender a nuestras ovejas, a las personas que nos frecuentan, de modo que podamos experimentar lo que el Papa Francisco nos ha señalado una y otra vez: “ser pastores con olor a oveja”.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario. Vicario Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles. La Grita.

sábado, 11 de julio de 2015

Reflexión para el XV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B.

 ¡Ve y profetiza!
(Amós 7,12-15; Salmo 84; Efesios 1,3-14; Marcos 6,7-13)

Las lecturas de la Palabra de Dios para este domingo nos dejan en evidencia dos acciones que son de la exclusividad de Dios: “Él nos llama y nos envía”. Amós nos ilumina a este respecto: “El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo Israel”. La misma enseñanza la podemos encontrar en la Carta de Pablo a los Efesios: “Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo…”. Inclusive el mismo Jesús toma esta actitud en el Evangelio de hoy:“En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos…”. Queda claro, es Dios quien nos elige, nos hace el llamado y nos pide anunciar su Evangelio de la Vida.

Cuando el Señor nos dice: “Ve”, ya ha entrado en confianza con nosotros, ha mirado lo profundo de nuestro ser y nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los demás. Los cristianos debemos y tenemos que estar conscientes de esta elección. Muchos de nosotros vivimos al margen de esta realidad. El mundo sería distinto si nosotros estuviésemos al pendiente de este toque de Dios en nuestras vidas. Hoy es necesario salir, encontrarnos con el hermano en el camino, visitar su casa, su trabajo. El envío nos sitúa en aquel deseo que manifiesta muy a menudo el Papa Francisco: “ir a las periferias”. ¡Cuántos hermanos nuestros viven tan alejados sin que se les anuncie la Buena Noticia!

Ahora bien, el envío implica “misión”. Si el Señor nos ha hecho un llamado es precisamente porque necesita que le ayudemos en algo. ¿Pero qué necesita Dios de nosotros? Es claro, necesita nuestra voz, que profeticemos. Un enviado de Dios tiene que hablar de Dios y además vivir como Dios quiere, sería lo mismo decir: “Predicar y dar testimonio de vida”. Nuestros hermanos nos escucharán cuando seamos capaces de ser reflejo de Aquél que nos ha enviado. Así como los discípulos en el Evangelio:“Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban”.

Hoy quiere el Señor de nosotros dos cosas como hemos visto: Ir y anunciar el Evangelio. Pero esto no puede darse a plenitud si no seguimos las recomendaciones del Maestro: “Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica”. Es muy cierto esto, quizás parezca muy exigente este mandato de Jesús, pero aquí queda claro algo: lo más importante que se debe llevar para el camino es el Mensaje de Jesús, la Buena Noticia que alegra y conforta. Cuando se es enviado a profetizar, no hay que pensar que somos nosotros los más importantes, es el mensaje lo que vale la pena, no hay cosa más necesaria para llevar por el camino que la Palabra de Jesús, que no es otra cosa que Salvación.

Hermanos, no olvidemos nunca que somos escogidos por el Señor, vayamos y anunciemos que “por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados”.  Seamos verdaderos cristianos, no parezcamos cristianos. No dependamos más de otra cosa que no sea la voluntad de Dios. Él ha querido llamarnos, ha querido elegirnos y somos sus portavoces, nunca nos detengamos, el Señor que ha empezado en cada uno de nosotros esta buena obra, permitirá que la llevemos a feliz término.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario.
Vicario Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles – La Grita. 

Reflexión para el XIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B.

¡Te basta mi gracia!

La sociedad del siglo XXI está necesitada del amor de Dios, del anuncio del Evangelio. Ser un discípulo de Jesús, ser portavoz del Señor hoy día implica enfrentarse a muchas situaciones, la mayoría de las veces difíciles. Quien quiere hablar de Dios, o mejor aún, dar testimonio de vida cristiana, puede contar con la suerte de ser escuchado o correr el riesgo de pasar desapercibido o ser ignorado.

El libro del profeta Ezequiel nos enseña cómo el Señor necesita de un portavoz, es decir, de un profeta, que anuncie su mensaje de salvación: “te envío a un pueblo rebelde para que les comuniques mis palabras. Te escuchen o no…”. Ser un mensajero de la Buena Noticia de Jesús implica arriesgarse, quizá no nos presten atención, pero no nos podemos callar. No se puede silenciar la voz de Dios en un mundo lleno de odio, discordia, individualidad o como lo ha dicho el Papa Francisco, un mundo que vive una “globalización de la indiferencia”. Dejarse llenar por el Espíritu, como ocurrió con Ezequiel, es la clave para no desfallecer en la tarea de llevar a Dios a todos los hombres y mujeres del mundo.

Observamos que no es nada fácil ser “profeta”. Muchos piensan que hablar de Dios es algo hermoso, que a todos encanta, y nos encontramos con otra realidad. San Pablo nos enseña que “predicar a Cristo”, implica sufrimiento: “Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultadess que sufro por Cristo…”Pero esto no nos debe detener. Hoy en día se sigue hablando de aborto, de secuestros, de violación de los Derechos Humanos, de persecución cristiana, etc. Y, ante esta realidad ¿qué estamos haciendo los cristianos?

Tengamos la valentía de Ezequiel y la osadía de San Pablo. Nos van a prestar atención unos pocos, otros se opondrán, pero no estamos solos en este camino: Nos acompaña la Gracia de Dios. Con el corazón lleno de la Gracia que viene de Cristo podemos vencer obstáculos:“Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”. El mismo Dios, su amor, su misericordia son el motor que nos impulsa a llevar un mensaje de fe y de salvación a este mundo en donde impera el tener sobre el ser.

El Señor en el Evangelio tuvo que enfrentarse a la situación de no ser escuchado. Sus contemporáneos no le quisieron aceptar. Quien no recibe el mensaje del Evangelio se cierra a la Gracia, en un corazón falto de fe no puede penetrar el Amor de Dios. El Maestro no pudo hacer allí en medio de los suyos ningún milagro. Pareciera que fue derrotado por la falta de fe, pero en el fondo no es así. Sabemos que curó a algunos imponiéndoles las manos. Insistir, esa es clave, no dejarse derrotar, he ahí la diferencia. Ser profeta implica muchas veces ser rechazado, pero también aceptado aún por unos pocos, y la semilla del Evangelio crece allí, en esos pocos.

No nos detengamos, ser portavoces del Señor es una tarea ardua pero satisfactoria, nos sentiremos muchas veces extenuados, pero no vencidos. Hablemos de Dios, mostremos a Dios, llevemos a Dios en nuestras vidas y seremos verdaderos profetas. No olvidemos que contamos con su Gracia, no es cualquier cosa. Su Gracia nos llena de valentía, de celo, de ánimo y esto contagia a los demás. Que Jesús no se extrañe de nosotros, al contrario, que encuentre nuestro corazón rebosante de fe para que Él obre maravillas en nosotros.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario
Vicario Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles - La Grita

Reflexión para el XIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B.

"No temas basta que tengas fe"

En el Evangelio de Marcos (Mc 5, 21-43), nos encontramos ante dos situaciones en las que se coloca de manifiesto la misericordia y compasión de Jesús. El requisito indispensable para que Jesús desborde su misericordia y su compasión no es otro que el de la FE. Hoy, San Marcos nos regala dos momentos que evocan una única enseñanza: "La hemorroísa que acude a Jesús para ser sanada y el Jefe de la Sinagoga que desea que su hija sea curada". En ambos momentos lo que mueve a los personajes a buscar a Jesús es el don de la fe.

Por una parte, la hemorroísa se acerca a Jesús para tocar el borde de su manto. Esto implica un riesgo tremendo para ella. Su enfermedad le hacía acreedora de la "impureza". Por tanto, estaba marginada. No podía acercarse a nadie, ni mucho menos tocar a nadie porque si lo hacía, entonces los demás también quedaban impuros. Su desdicha era grande, aquella mujer había gastado todo en médicos y no encontraba solución. Pero "tenía fe", se acercó a Jesús, rompió los paradigmas de su época y consiguió lo que necesitaba: Ser curada y además conseguir paz. 

La actitud de esta mujer nos hace ver que vale la pena tener fe. Es necesario confiar en Jesús. La fe nos hace tomar riesgos y esos riesgos valen la pena, no quedan en vano. Ella, por su fe, quedó en evidencia ante Jesús. El Señor sintió que lo habían tocado de modo distinto: ¿Quién me ha tocado? Entonces la mujer asusta se acercó y confesó su verdad. Allí Jesús actúa con misericordia y compasión, la tranquiliza y le dice: "Ánimo hija, tu fe te ha curado, vete en paz". ¡Qué grande es el corazón de Jesús! Él comprendió el riesgo que aquella mujer había tomado, a Jesús no le importó quedar impuro, cargar con el pecado, con la desdicha de aquella mujer. Jesús vio aquella confianza inquebrantable y sana su cuerpo pero también su alma.

En un segundo momento ocurre el milagro con la hija de Jairo, el Jefe de la Sinagoga. Él había acudido a Jesús un poco antes que la hemorroísa. Su hija estaba enferma. Mientras Jesús curaba a aquella mujer llegaron los criados del Jefe de la Sinagoga y le sugirieron que no molestara más al Maestro. El Señor no se detuvo, contra toda desesperación le dijo a Jairo: "No temas, basta que tengas fe". Y llegado a la casa de aquél hombre dice a la niña: "¡Talita Kum: Niña levántate!". Sin duda el padre de aquella niña confió, tuvo fe y consiguió lo que anhelaba su corazón: Su hija volvió a la vida.

La actitud de estos dos personajes nos enseñan lo maravilloso de la fe. Lo más importante del Evangelio de hoy no son los milagros, ES LA FE. Cuando acudimos a Jesús con plena confianza obtenemos lo que necesitamos. Jesús desborda misericordia y compasión por nosotros, solo basta que tengamos fe. 

Si estás desesperado, si ves que ya todo está perdido recuerda que nos queda la fe. No tengamos miedo, no nos angustiemos, la fe nos abre el camino a la salvación y a la paz.

Pbro. Yhoan Horacio Márquez.