“Hay
que obedecer a Dios antes que a los hombres”
Lecturas:
Hechos de los apóstoles 5,27b-32.40b-41; Salmo 29;
Apocalipsis 5,11-14;
Evangelio según San Juan 21, 1-19
En
el libro de los Hechos de los apóstoles encontramos uno de tantos momentos en
que a los discípulos de Jesús se les prohíbe hablar y enseñar en su nombre. Los
que gozan de autoridad religiosa quieren negar toda posibilidad a los apóstoles
de dar testimonio del resucitado. La respuesta por parte de Pedro y quienes le
acompañan es radical: “Hay que obedecer a
Dios antes que a los hombres”. Te podrán prohibir mil cosas humanamente
hablando, pero jamás te pueden prohibir hablar de Jesús, nadie tiene esa
autoridad, pues evangelizar es un derecho que nadie puede quitarte por muy
poderoso que sea.
El
libro del Apocalipsis nos dice hoy que Juan en su visión contempló a “millares y millones… y decían con voz
potente: ‘Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la
sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”. Los cristianos de
hoy también tenemos la posibilidad de elevar nuestras voces y llevar a Jesús a
todas partes. Voz potente, eso necesitamos, desprendernos del miedo. Los
poderosos que oponen resistencia a Jesús
no pueden callar la alegría del Evangelio que debe resonar en medio de nuestro
pueblo, especialmente tantos que hoy sufren persecución por ser cristianos, de
los que necesitan ser acogidos con bondad y misericordia.
Las
dificultades de la vida no deben apagar la llama del Evangelio presente en
nuestras vidas. En el Evangelio de hoy contemplamos a los apóstoles y
discípulos un poco desesperanzados. Vuelven a sus faenas, a pescar, pareciera
que se han olvidado de Jesús. Pero no logran pescar nada. Estaba ya amaneciendo
cuando el Maestro Bueno se les presenta, les pregunta si han pescado y
responden que no. Cuando en la vida nos olvidamos del Evangelio corremos el
riesgo de bregar y quedarnos sin nada.
Jesús
nos ha llamado para “ser pescadores de hombres”, esto implica seguir anunciando
la Buena Noticia, pero necesitamos la presencia del resucitado en nuestra vida
para no desfallecer. Con él, la pesca es abundante “ciento cincuenta y tres
peces”, número que indica plenitud. Obedecer a Jesús da sosiego, podemos
compartir la mesa con él “vamos a
almorzar”, las dudas y el miedo desaparecen y tenemos la valentía de seguir
anunciándole a pesar de nuestras fallas.
El
Maestro sabe que somos débiles, él sabe que podemos atemorizarnos ante las
circunstancias de la vida y que el poder humano aplasta sin compasión, por eso
sale a nuestro encuentro y al igual que Pedro nos anima a seguirle: “sígueme”, pero requiere que le
confesemos. La triple confesión de Pedro es también nuestra confesión. Si hemos
callado alguna vez, ahora tenemos la posibilidad de decirle: “Señor tú sabes que te amo” y la
respuesta de Jesús será la de confianza en nosotros: “apacienta mis ovejas”.
Hermanos,
nuestro corazón está puesto en Dios, nadie puede prohibirnos seguir dando
testimonio de Jesús. Él confía en nosotros y su mensaje de salvación debe
resonar hoy más que nunca aunque las dificultades arrecien, no olvidemos decir
como Pedro y los demás discípulos: “Hay
que obedecer a Dios antes que a los hombres”. ¡Que nadie nos detenga!
Seguimos
unidos en la oración. Reza por mí, cuenta siempre con mi humilde oración.
Pbro.
Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal –
Venezuela.
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