viernes, 22 de abril de 2016

Reflexión para el V Domingo de Pascua - Ciclo C

“Todo lo hago nuevo”

Lecturas: Hechos de los Apóstoles 14,21b-27; Salmo 144; Apocalipsis 21,1-5ª
Santo Evangelio según San Juan 13,31-33a.34-35

Nuevo” es la palabra que hoy se presenta como columna vertebral de la liturgia de este V Domingo de Pascua. La visión de Juan en el libro del Apocalipsis está signada por esta palabra: “…vi un cielo nuevo y una tierra nueva… Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén… Y el que estaba sentado en el trono dijo: Todo lo hago nuevo”. Incluso Jesús en el Evangelio nos deja “Un mandamiento nuevo”. Pero ¿a qué se refiere esta novedad? ¿Qué es lo nuevo o para qué lo nuevo?

La novedad que nos trae el Maestro Bueno está condensada en la palabra “amarse”. ¿El amor es algo nuevo? Quizá humanamente no, el amor humano ha existido siempre, pero hay una característica especial, el toque de Dios en el amor: “… como yo los he amado a ustedes”. Nadie nos ha amado así, como Jesús, nadie ha traído consigo esta novedad: “El amor hasta el extremo”. Y Él quiere que seamos reconocidos por esa señal: “La señal por la que conocerán todos que son discípulos míos será que se aman unos a otros”.

La novedad del Amor de Jesús es lo que hace transformar el mundo en el que vivimos. Pero no un amor superficial, de palabras. Jesús quiere que amemos con obras, todo será nuevo si somos capaces de amar sin componendas, sin miedo. La Beata Teresa de Calcuta solía decir: “Ama hasta que duela. Si duele es buena señal”. No es fácil poner en práctica el amor que exige Jesús, porque implica olvidarse de sí mismo para darse a los demás. Es una exigencia que debe dejar huella en nuestra vida y en la de los demás.

Las primeras comunidades cristianas tenían muy clara esta señal, de ellas se decía: “Miren cómo se aman”. Amar duele, así lo dejan ver Pablo y Bernabé: “En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios”. La misma actitud de estos dos apóstoles es “buena señal”, para ellos no importaba el sacrificio, viajar lejos, era más importante animar a los hermanos en la fe, ayudarles, estar con ellos, orando, ayunando, encomendándolos al Señor. El amor es así, no tiene reparos con nada ni con nadie.

Pidamos al Señor la gracia de abrir nuestro corazón, para que la “novedad del mandamiento del Amor” inunde nuestras vidas y así colocarnos manos a la obra en nuestras familias, comunidad parroquial, sociedad en la que vivimos. Si somos capaces de amar, entonces seremos capaces de contribuir para hacer nuevas las cosas. Ánimo, podemos amar, sin miedo, sin sentimentalismos. No hay medida para el amor, pues “la medida del amor es amar sin medidas”. Así nos amó Jesús, sin escatimar esfuerzos, entregó todo, lo dio todo y por eso lo hizo “todo nuevo”.

P.D.: Seguimos unidos en la oración, en nuestra patria hay mucha necesidad, comparte, da lo que tienes, contribuye con un pequeño gesto y esta sencilla señal será muestra de aquello que nos dejó Jesús como premisa y novedad “amarse los unos a los otros como yo los he amado”.


Pbro. Yhoan Horacio Márquez Rosario – Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal – Venezuela.

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